Alas, mariposas, todo vuela


Alas, mariposas, todo vuela
en el mundo mágico
de las gentes que se aman.
¿Será el amor el sueño de los locos?

La Montaña


I. Obertura (explicación):

Todo lo que quería ser era aquel río
que la bajaba sin reconocerla.
Pero era montaña,
condenada a ser la piedra
eterna
y sin mar.


II. Primera Tristeza (habla la montaña):

De consuelo tengo
─pensaba la montaña─
los brazos de los cardones.
A las espinas uno se acostumbra y,
de todos modos,
¿qué abrazo hay que no duela?


III. Coro (Primera Hamartía)

En la cordillera
cada montaña se sueña diferente.


IV. Segunda tristeza (habla la montaña):

"Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque esa ya no siente"...

leía la montaña y
el cardón con atención oía.
"¿Dichosos de qué?"
se preguntaban.


V. Coro (Segunda Hamartía)

Creer que la montaña no sueña es no creer.


VI. Intermedio (Poética de la montaña)

La montaña, esa eternidad,  se inventa el tiempo
contando las palabras de los ríos
que la bajan en silencio.


VII. Tercera tristeza: Peripecia (habla la montaña)

Siempre he querido ver el mar,
dijo la montaña mientras soñaba
que la cordillera era el océano y cada
montaña era una ola
y todas podían moverse
y todas podían hablar
y todas podían soñar.


VIII.Pathos

"¿Quién eres?" preguntó Dios,
"Soy la montaña" respondió ella.
Y Dios, compadecido, le contó que para ella
no había Cielo porque
no había muerte.


IX. Coro (Anagnórisis)

Vivía la montaña esperando al viento y a la lluvia
desde que había leído,
en algún libro, sobre la erosión.


X.Lamento final

Cuando el tiempo, ese viejo más viejo que cualquiera,
terminó de gastarle la dura piel,
la montaña se convirtió en fantasma.

Última ambición


Un día se hartó,
se hizo arroyo, se dejó llevar
hacia el río.
Descansó en una última ambición:
esperar al mar.

Uno se harta, simplemente, de fingir cordura.


Uno se harta, simplemente, de fingir cordura.
La poesía es vivir en la puerta
de un loquero.
Nunca uno está del todo fuera,
nunca del todo dentro.
Uno duerme en el umbral como un perro
que apalean quienes ostentan
el título de propiedad del edificio.
Ellos, los que tienen, no sueñan, y encierran
a los que miran el cielo y ven
autos, árboles y barcos, pero nunca aviones
y no reconocen los pajaros como algo extraño.
Porque en la tierra también se ven cosas inciertas
pero en la tierra no cuentan
porque viven, los propietarios de cosas,
con los pies en ella.
Otros andan volados casi todo el tiempo,
unos, pobres locos, no encuentran nunca
el camino de regreso y, otros,
apenas lo encuentran ya sienten el miedo
de lo que despiertos vieron.
Todos hemos tenido un sueño o dos
para encerrarnos, entonces,
¿quién decide encerrar y quién
dejarse encerrar?
Solo hay dos clases de locos:
los que se encierran
y los que encierran.

Ser poeta


Ser poeta nunca fue mi ambición ni mi deseo. Más ha sido como una enfermedad metida en la sangre que una vocación.
Un día supe que tenía un "te amo" que decir, pero ella ya no estaba.
Entonces lo escribí. Ese fue mi primer poema.
Como el síntoma de una enfermedad incurable había aparecido una mancha de tinta negra en mi pulgar.
Y otra mujer leyó ese poema, y otros,
pero también los olvidó.
Y un día supe que los poemas no tienen dueño ni título de propiedad, y que encuentran cierto placer en volarse lejos.
Entonces alguien me dijo poeta. Y acepté el juego de sentirme poeta.
Pero nunca olvido que mi verdadero oficio es criar pájaros y echarlos a volar.