Omnipresencia


De todas las formas posibles te esmeras
y haces por mi lo que sea.
Lo que pida hoy mañana tendré de tus manos
y ¡qué beso no me has dado por dejarme consolado!
Cada día una tristeza me matas y una nueva nace detrás de ella.
Cada día en nueva confianza me revuelven los temores.
Sufro en silencio por no decirte estas palabras, a ti,
que todo dejas sin pedir nada, que todo callas porque me amas.
Quisiera no poseerte y creerme libre y no quererte,
pero no se puede:
todo lo que sueño lo trueco en pesadilla
y sueño cada noche con tus manos santas que me tocan
con tus ojos buenos que me miran
con tus labios trágicos besándome la frente.
Formidable es tu presencia aun en la ausencia.

Q.E.P.D.


Militancias acabadas
en los bordes...
las fronteras recordaron el exilio y la familia
que se queda...

Cuando mueren los que luchan
quedan sus hijos y mujeres en la tierra
y en el cielo...

paz a los hombres que sobraron a la muerte...

...paz sin quietud y con culpas,
conciencia de haberse paralizado en la tormenta;
amonestaciones de los muertos que se niegan a morir
y, en el colmo, los vivos
que,
pobres almas sin paz,
no los dejan descansar.


y los muertos se retuercen por un poco de paz...
del más allá llegan los ecos de las lluvias que secaron el desierto.
Mientras, ella...y los otros...
los que embalsaman a los muertos de la guerra,
siguen descubriendo sábanas,
buscando féretros,
removiendo lápidas y nombres,
buscando siempre a quién puedan matar
más muerto;
no sea, que una vez en la muerte
se les escapen esos hombres al olvido.

Una Ancianas no nos deja olvidar

Me miras caprichosa...


Me miras caprichosa, fastidiada.
No crees en mis palabras y mides
con ojos de censor mis caricias.
Te cierras, te niegas, corres
oscuras cortinas en tus ventanas.
Detrás, no puedes evitarlo,
brilla el sol.

No creas si no quieres, tú lo pierdes;
yo, con mucho, solo podré extrañarte.

Mientras otros brazos me consuelen,
¿sabrás vivir tu desconsuelo?

Luciérnagas


De noche las luciérnagas,
amables,
como si fueran mariposas sin alas ni colores
como seres de la muerte.
No dependen de los hombres,
brillan porque si y nada mas.

Tienen las piernas largas e invisibles,
caminan sobre el césped
con sus cuerpos de alma,
como penas,
o pequeñas almas infantiles que no tuvieron suerte.

Son las almas de la Gran Noche,
sin Destino;
nunca mueren pero viven,
como algunos hombres,
solo hasta apagarse.

La Doncella


La Doncella ha muerto.
Con ella se han ido también los pasos de los gigantes.
Las enredaderas que adornaban la luna la lloraron durante el frío verano en que murió.

La Doncella ha muerto.
Se terminaron los siglos que tardan en madurar las alacenas.
Un árbol, pelirrojo, quiso ahorcarse con pájaros de niñas.

Me contó un caminante que allá donde la tierra termina
saben como hacerla volver.
Asombrado de ilusión quise saber más,
y me hablo de un Dios;
un ser pequeño con alas como las de los elefantes,
de barba en la espalda y ojos grises con pupilas también grises.
Dice que El puede.
Yo no le creo.

La Doncella ha muerto. Yo la he visto.

Parábola del árbol


Hoy se seco el árbol del que me alimentaba.
Tenía verde las hojas,
frondosa la copa,
fuerte el tronco.
Fue, mientras vivió,
un patriarca en el desierto.
Su larga barba blanca inspiraba respeto o temor
a nobles o miserables.
Hablaba en silencio para que lo oyeran todos;
desvelado por la sabiduría de saberlo todo
recorrió el infinito en busca de verdades.
No soñaba;
no creía en los sueños.
Algunos decían por lo bajo que de joven, una vez,
hace mucho tiempo,
había tenido un sueño.
Que por eso no soñaba.
Lo vimos caminar de noche hacia la montaña
y lo esperamos despiertos.
Cuando volvió al amanecer ya había muerto;
traía una nueva sabiduría
y sus hojas brillaban como el oro.
Entonces supe que es así como se secan los árboles.

Ahora, que vivo sin su sombra,
me duele más que entonces.

A veces miro el camino que lleva  a la montaña
y pienso en seguirlo.
A veces lloro sin que nadie me vea.

Su recuerdo es triste
como el amor de los sabios.


Vulnerable


Germina la jauría hacia lo más profundo del alma;
un único objetivo los reúne:
la más perfecta tribulación.
Al hombre lo engañaron
y lo vulneraron;
ellos lamen las llagas
y saborean el hartazgo que saben les espera.
¡Pobre aquel que conoce la mentira!
Nadie sabe cuan profundo come la carne
del que no tiene espíritu.
La jauría conoce la sabiduría del desamor:
hay soledades peores que estar solo.
Se alimentan del miedo,
de la fe violada,
de las pesadillas que corrompen.
Duermen agazapados esperando el momento exacto
para atacar,
y en la próxima mentira...

Sofisma


El que ha muerto sabe de lo que hablo:
de la mujer que miente.

Del amor...


Del amor, como de la muerte,
no se vuelve.

Estilo antiguo


Cuando haiga yo de morir
en mi honor canten dos coplas
una, por la vida ida, otra
por la muerte gastada.

Porque entre todas tristezas
Ha de haber una alegría:
que una vez la muerte pagada
no vuelve a morirse en la vida.

Mientras sigan los hombres viviendo
de la muerte no habrán de soltarse
hasta bien entrados en ella.

El hombre sabrá que la muerte
y el amor, en la vida,
solo una vez se gastan.

Viajeros


Cruzan las ciudades como piernas
y se enredan en oscuras carreteras.
Son nómadas del tiempo y del espacio
y en cada parada sufren el cansancio
porque no saben no buscarse.

Algún día, alguna autopista
los traerá de vuelta.
Será cuando dejen de cansarse
y se cansen,
no solo de buscarse,
sino, y mas bien, de encontrarse.

Ahora


               I
Ahora veré al mundo con mirada hueca
Daré flores a mi amada en primavera
Rascare la tierra con las manos para palpar el aire
Esperare visitas por la tarde del domingo
Escuchare al amigo que se siente a mi lado
Ya no pensare en el tiempo que dilapide
Y solo a veces en el que dilapidé
Extrañare, es cierto, pero solo al principio
Y cuando ya nadie venga escuchare el silencio
Para acostumbrarme

               II
Ahora mirare las flores y en el cielo el sol
Mirare crecer el pasto y las plantas
Alguna que otra hierba me hará compañía
Las mirare crecer, durar, hacerse flores
Me verán desintegrarme, hacerme polvo
Ahora que estoy muerto.

Duo Sonata


ADAGIO...

el arco sube y baja, lentamente
repite el movimiento con dulzura...
el violinista logra notas delicadas
gotas de música...
como gemidos apagados...


ALLEGRO...

las notas salen con más fuerza
y el arco parece doblarse contra las cuerdas del instrumento;
hay una energía que hace del gemido
una petición...


PRESTO; FINALLE...

se cortan las cuerdas
y el arco se quiebra...
hombre y mujer...
músico y violín...
se duermen...

Efimero


El hombre, que esta solo y esperando comienza a desesperar. Sabe de memoria que el teléfono va a sonar o que ella vendrá. Hoy o mañana, pero sabe que ella vendrá o llamará.
Entonces, ¿por qué la angustia y la desesperación? ¿Por qué con tanta intensidad se apodera de él esta necesidad? ¿Por qué esta necesidad absurda y enferma? ¿Por qué este no saber esperar?
Entonces suena el teléfono: es ella; que lo ama, que lo extraña y que hoy no puede pasar pero que mañana sin falta; se lo promete y le repite que lo ama.
Cuando cortan la comunicación, el hombre se pone el abrigo y sale a la calle. Camina y silba, esta alegre, seguro. No recuerda la desesperación, hace dos minutos.