Ser poeta
Ser poeta nunca fue mi ambición ni mi deseo. Más ha sido como una enfermedad metida en la sangre que una vocación.
Un día supe que tenía un "te amo" que decir, pero ella ya no estaba.
Entonces lo escribí. Ese fue mi primer poema.
Como el síntoma de una enfermedad incurable había aparecido una mancha de tinta negra en mi pulgar.
Y otra mujer leyó ese poema, y otros,
pero también los olvidó.
Y un día supe que los poemas no tienen dueño ni título de propiedad, y que encuentran cierto placer en volarse lejos.
Entonces alguien me dijo poeta. Y acepté el juego de sentirme poeta.
Pero nunca olvido que mi verdadero oficio es criar pájaros y echarlos a volar.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)