La construye, él, con sus propios deseos,
le da la forma de sus propios anhelos.
Ella es su morboso placer de ser el dios macho
inventando a Eva.
No le importa que ella no sea ella,
él sabe que no lo es pero la culpa es escasa,
no es algo que le corte el sueño,
ella es lo que él anhela que sea:
otro él, tan irreal como es él mismo.
El reflejo que hace al espejo, que lo fabrica.
La necesita como la quiere
y ante la duda, ante el pavor
de que ella sea otra
se la inventa como la quiere.
Si ella se empecinara en ser esa otra que es ella
ya no le serviría.