He decidido crear silencio

He decidido crear silencio,
guardar la palabra en una urna
que es el lugar que corresponde
a todo lo que ha muerto.
He decidido no pedirte más
que pases y me leas, que te aburras
con mis constantes achaques de viejo renegado que ha dejado
en un suspiro
todo el aire que guardaba para el día
que tuviera un beso para dar
o recibir.
He decidido quedarme en silencio
y dedicarme, en mis ratos libres,
a pensar en ella.
He decidido que no hay sordo peor que
al que le gusta gritar.
He decidido que hay ciegos pero también
hay quien no ve por no quitar la vista de un espejo.
He decidido que es domingo,
y que este invierno
lleva siendo ya el más frío
de los últimos cien años.
He decidido que por hoy no tomaré
ninguna decisión.
Te obsequio estos versos,
y me voy.
Quisiera que entiendas que quisiera ser más alto
y tener otros mejores.
Pero no los tengo.

Propongo


Propongo
desconocer a las celebridades,
ignorarlas en la calle, o en el restaurante.
Fingir que ignoramos quién es
ese tipo cuando encontramos
al alcalde
en la panadería.
Desconocer a los futbolistas
que idolatramos
el domingo por la televisión.
Propongo no enterarnos
de los resultados de la última elección presidencial;
ignorar a propósito una nueva ley
o el más reciente impuesto
que alguno creyó oportuno.
Propongo no soñar con la vedette de turno
ni alegrarnos con el triunfo
del destacado deportista de nuestra comunidad.
Propongo olvidar el día de cobro en el trabajo
y el horario
y llegar, unas dos horas tarde,
y con cara de enojados gritarle al patrón
por no habernos
despertado a tiempo.
Propongo conformarnos con tratar,
un día, una tarde,
a gente común y olvidada como nosotros.
Enamorarnos de una vecina que no sea
tan bonita como la actriz de moda,
reírnos con la gastada broma del viejito de la esquina,
leer la lista de precios del almacenero.
Quedarnos horas mirando el árbol que hay
frente a nuestra puerta y discutirle si fue off side,
si hay inflación o avisarle que lo está engañando
esa tramposa voluptuosa para quedarse con su fortuna.
Propongo que hoy, o mañana,
tampoco es que sea urgente,
miremos un rato el cielo, leamos las hojas de un árbol,
nos aflijamos con el aumento de caracoles en el jardín,
nos emocionemos con el vuelo de unos pájaros.
Propongo,
si es posible y es que hay alguien escuchando,
que volvamos a ser gente
al menos, por un rato.

Los desconocidos


Somos los desconocidos. Los
anónimos peatones de ciudades vacías
y grises. Los votantes, televidentes,
radioescuchas, lectores, alumnos,
empleados, los que toman un café, los
que compran los diarios, o van a la panadería
y al mercado, los que conducen los coches,
van al médico si se enferman o no duermen
por un dolor de muelas.
Los que olvidan un aniversario, o se juntan
a celebrar un cumpleaños en familia o
con amigos, los que compran leche y carne, tienen perro, gato,
llevan los chicos al colegio, pagan cuotas, compran televisores.
Los que a veces vacacionan donde pueden,
los que cobran un sueldo, los que nunca
llegan con el sueldo a fin de mes, los hijos, nietos,
hermanos, padres, abuelos, tíos, sobrinos, primos,
los que se compran un par de zapatos, los que cantan en la ducha,
los que ríen, lloran, aman, sufren, viven, mueren...
Somos la gente, los que están detrás de los gobiernos,
de la televisión, de la computadora, de las hojas del diario,
de las encuestas, de los resultados de una elección,
de un documento nacional de identidad.
Nadie nos conoce. Nadie nos lee. Nadie nos mira más
que un breve instante y nos olvida cuando nos cruza en la calle,
nadie nos escucha, nadie nos admira.
Somos la gente, los que solo dos veces salen
en el diario local y nadie los recuerda más
que por haber sido compañeros de la escuela, del trabajo
o amigos de una novia o novio de una amiga o de una hermana
o de una hija. Somos los desconocidos que han nacido
y morirán, sin haber sido jamás, los conocidos.