a estas manos secas, a este pecho enfermo
de presencias de humo como fantasmas
de hijos muertos sin nacer?
¿Qué poema nefasto y mal hallado te dio
el permiso de usurpar mis sueños,
pisotear mis jardines, revolver las cajas
apiladas del altillo?
¿Acaso el mundo no era ya bastante grande
y solitario y gris sin tus ausencias?