Quiero robarle el tiempo a tus besos

Quiero robarle el tiempo a tus besos,
distraerlos con juegos inocentes
para que aquí se queden hasta la muerte
de todas las muertes.
Quiero asesinarte la marcha hacia la distancia,
que te quedes, por quedarte, aunque
no sea más que el simple olvido de irte.
Quiero encerrarte entre tus propias piernas
para que no camines de vuelta hacia tu casa,
hacia el espacio donde me eres tan ajena.
Quiero atraerte, atraparte, atravesarte de un beso
último y definitivo antes que decidas irte...
y que te quedes.

Estas quieta en el rincón de la habitación

Estas quieta en el rincón de la habitación,
desnuda, refugiada de la luz que lucha
por ponerte algunas sombras
y hacer más cierta la belleza que tu escondes.
No miras más que una ventana
en la pared opuesta y estás triste
como si todo hubiera muerto esta noche.
¡Con cuánta destreza construimos esta soledad!
¡Con cuánta precisión!
Solo una cortina dejándose amar por el viento
parece tener vida en este cuarto
donde velamos los instintos agotados,
desgastados y viciados de reproches y renuncias.
Detrás nuestro, nuestros pasos, volviendo a la muerte.

Perderme dos segundos

Perderme dos segundos
en el abrazo infinito
de tus piernas.
El paraíso.

Es tiempo de hacernos pájaros

Es tiempo de hacernos pájaros,
de sortear las cumbres que nos separan
con simples movimientos de los brazos
y quitarnos al fin este beso de la boca.

Las últimas hojas del otoño han muerto

Las últimas hojas del otoño han muerto.
El invierno es dueño y señor de los cuerpos solitarios.
En medio de la tarde más fría esta lluvia
me trae de lejos las ansias de un cuerpo que extraño
en cada detalle, sin importarle al deseo
la irrealidad de esta imagen que no te corresponde,
porque no has estado nunca entre mis brazos.
Pero sin jamás haber llegado a tocar esa piel
la conozco de haberla soñado tanto y tanto
que anhelo cada sombra de tu cuerpo entre mis besos.

Traigo las manos sucias del polvo del mundo

Traigo las manos sucias del polvo del mundo,
la planta de los pies gastadas.
En la ventana que solía apoyarme
unos brazos cansados me esperan
confiados en mis promesas.
Soy, o he sido, un peregrino gris
de larga barba y pelo ralo.
Elegí ser amante del camino y despreciar
los brazos que cobijan en invierno.
Pero este frío es el aliento de dioses ofendidos
y siento en la sangre la urgencia
del calor que tú me ofreces.