Los teros se alojan a la sombra de una columna
y al final del paisaje un nube se eleva
con su grisácea y caprichosa forma
como una señal indicando el final del camino
el final del juego.
Solitaria expresión del desierto la informe masa de vapor:
tantálica burla
que repite ─como elc uervo de Poe─
"No habrá lluvias; nunca más
beberás su sed ni saciarás tus aguas".
Los camolotes del sueño que la ciudad tuvo anoche envejecen.
Una yarará se arrastra con la calma de un verano caliente
sobre la marrón podredumbre estancada.
¿Pensará ella en el querido Quiroga como yo
al ver ese río flotando sobre la muerte,
arrastrando un paisaje lejano que olvidará
en ese preciso instante de lelgar al mar?
Dos recuerdos naturales, dos naturalezas muertas, agonizantes
de hombres que sufrieron su poesía como interminables muertes.