A la alfombra de hojas muertas se parece tu ausencia.
Un dorado extrañarte de atardecer de otoño,
como esas lloviznas tristes que no mojan.
No ha quedado en la calle y en los arboles ni un gorrión
a quien llorarle.
Se me ha secado la savia. Los besos
hibernan en una habitación con fríos azulejos.
No te nombro siquiera:
no sea que al llamarte no vengas
y me quede solo.
Triste se vistió el único poema
Triste se vistió el único poema de esta tarde
con plumas grises y negras.
Se posó, inalcanzable,
en la más alta rama de un pino
con la capucha blanca.
No dejó que lo escribiera,
se voló
cuando quise encerrarlo en un cuaderno.
con plumas grises y negras.
Se posó, inalcanzable,
en la más alta rama de un pino
con la capucha blanca.
No dejó que lo escribiera,
se voló
cuando quise encerrarlo en un cuaderno.
Quisiera yo no haberte visto
Quisiera yo no haberte visto aquella tarde,
salvarme ahora de haberte conocido.
Quisiera, aunque ya no tenga
la voluntad de quererlo,
tener de nuevo mis inviernos y desiertos.
Quisiera no saberte,
no extrañarte...
seguir con mi tristeza sin saber de esta alegría...
Quisiera no vivir en este miedo
a no volver a verte.
salvarme ahora de haberte conocido.
Quisiera, aunque ya no tenga
la voluntad de quererlo,
tener de nuevo mis inviernos y desiertos.
Quisiera no saberte,
no extrañarte...
seguir con mi tristeza sin saber de esta alegría...
Quisiera no vivir en este miedo
a no volver a verte.
Me faltas
Me faltas...
solo ese verso me sale....
solo esta ausencia se siente.
el resto,
-lo que ya no he de llamar vida-
se entristece con tu ausencia.
Hoy solo sé que me faltas...
solo ese verso me sale....
solo esta ausencia se siente.
el resto,
-lo que ya no he de llamar vida-
se entristece con tu ausencia.
Hoy solo sé que me faltas...
Varios reencuentros
El 15 de octubre murió Aldo Lunares, poeta y filosofo que a falta de estudios tenia buena vista. Durante años fui su mayor pelea en este mundo. Fui, también, su mayor decepción. Murió a causa de mi incorregible carácter: su tenacidad se derrumbo al fin.
Me recogió en una calle hace años, cuando era un niño apenas. Un niño que lo esta asaltando. Sin la menor queja me dio todo lo que tenia y me dejo ir. Desde ese día no dejo de buscarme. Me vio en los ojos la mirada de un poeta amigo que había muerto hacia algún tiempo. Me lo dijo como si no entendiera mi urgencia por asuntos mas materiales. Las entendía, no le importaban. Yo le huía como si tuviera que hacerlo.
Un día me canse de escaparle. Me quede y lo escuche. Al otro día volvió. Y al siguiente, y todos los que siguieron. Por lastima o por lo que fuera comencé a prestarle atención. Me enseño su arte y su oficio. Me convirtió en poeta y filosofo. Comencé a escribir en cuadernos que el me dejaba en sus visitas. Nunca sabia que hacia con eso hasta que un día comenzó a pagarme por mis escritos. Los vendía, los publicaba. Yo, un ladrón vulgar, tenia lectores y había, me dijo, varios editores interesados en mis escritos.
Pude haber vivido de aquello, peor no deje la calle ni la costumbre de apropiarme de lo ajeno. Siempre me siguió buscando para enseñarme lo que sabia. Todo, no dejaba que lo olvidara, lo que yo le había enseñado cuando era su amigo y maestro.
Espere a que muriera para hacerle caso y comenzar a ser lo que me enseño.
El 15 de octubre murió Aldo Lunares. Pronto se hubiera cumplido el año de su ausencia de no ser porque anoche, cuando vagaba por calles oscuras lo volví a encontrar. Inocente y con algo de timidez me amenazaba con un cuchillo sucio esperando que le diera todo lo que traía. Ahora tengo que irme. Debo buscar ese niño y contarle quien es.
Me recogió en una calle hace años, cuando era un niño apenas. Un niño que lo esta asaltando. Sin la menor queja me dio todo lo que tenia y me dejo ir. Desde ese día no dejo de buscarme. Me vio en los ojos la mirada de un poeta amigo que había muerto hacia algún tiempo. Me lo dijo como si no entendiera mi urgencia por asuntos mas materiales. Las entendía, no le importaban. Yo le huía como si tuviera que hacerlo.
Un día me canse de escaparle. Me quede y lo escuche. Al otro día volvió. Y al siguiente, y todos los que siguieron. Por lastima o por lo que fuera comencé a prestarle atención. Me enseño su arte y su oficio. Me convirtió en poeta y filosofo. Comencé a escribir en cuadernos que el me dejaba en sus visitas. Nunca sabia que hacia con eso hasta que un día comenzó a pagarme por mis escritos. Los vendía, los publicaba. Yo, un ladrón vulgar, tenia lectores y había, me dijo, varios editores interesados en mis escritos.
Pude haber vivido de aquello, peor no deje la calle ni la costumbre de apropiarme de lo ajeno. Siempre me siguió buscando para enseñarme lo que sabia. Todo, no dejaba que lo olvidara, lo que yo le había enseñado cuando era su amigo y maestro.
Espere a que muriera para hacerle caso y comenzar a ser lo que me enseño.
El 15 de octubre murió Aldo Lunares. Pronto se hubiera cumplido el año de su ausencia de no ser porque anoche, cuando vagaba por calles oscuras lo volví a encontrar. Inocente y con algo de timidez me amenazaba con un cuchillo sucio esperando que le diera todo lo que traía. Ahora tengo que irme. Debo buscar ese niño y contarle quien es.
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