Apología otoñal

Ven en viento mayor
en sol menor
en otoño sostenido
primavera bemol.

Ven en poesía
que las flores
no nos necesitan
y no hace falta
esta alegría.

Ven en pena,
a que te de consuelo
con palabras que no tengo.

Ven a la siesta apretada
a caminos de hojas secas
a fumar en la neblina
de una madrugada

ven en sol menor,
en luna sostenida y mayor
en guitarra
en café caliente
en abrazos.

No le encuentro sentido
a tanta luz ahí fuera
con tantos ciegos.

Ven con canciones
y atardeceres oscuros de otoño
que solo me salva el juego
de adivinarte
bajo las sábanas
cuando ya nadie está despierto.

Mañana, cuando seamos niños de nuevo,
disfrutaré las plazas soleadas
pero hoy...
quiero el silencio, la penumbra
la llovizna y la nube gris
para extrañarte
como mereces
que no merezco esta alegría:

que no te tengo.

¿Qué era la primavera? ─No lo sé

¿Qué era la primavera? ─No lo sé,
yo nunca festejé las flores,
nunca creí que hiciera falta.
Sé que en todas partes hay chicos que no tienen más que flores
de esas que crecen en los pastizales de los suburbios.
¿Y el amor? ─¡Menos todavía!
¿No ha visto a todos esos enamorados de la mano
en las plazas?
Ya ellos tienen el amor, ¿para qué quitárselo?
¿Para ponerlo en un poema?

¿Para qué escribir un poema primaveral?
¡Ni que fuera tanto lo que quede por decir
de las flores y el amor!

Tampoco es cosa de andar pregonando lo evidente.