Quisiera tu muerte como si mia fuera

Quisiera tu muerte como si mia fuera,
dormirme una noche cualquiera
y entrar sin fanfarrias a una noche eterna.
Quisiera despedirme del mundo sin despedirme,
como tu lo hiciste,
marcharme con el silencio de tus pasos
para no despertarnos siquiera.
Quisiera tener tu muerte entre en mis brazos
y apretarlos
hasta que no respire mas la vieja inerte.
Quisiera poder dormirme una noche sin tu muerte
palpitandome en el pecho
o morirme de una vez para tenerte
y que me juegues como un niño.
Quisiera maldecir tu muerte y con insultos
devolverte
a este mundo con tu forma y abrazarte
nuevamente y poder decirte
padre, que nunca has muerto.

(A mi padre, que nunca entendio la muerte y se quedo a mi lado...)

No estas a salvo en mis amores

No estas a salvo en mis amores:
te acechan animales instintos
entre las sombras de unas sabanas
que te encierran para mi.
No bajes nunca la guardia
cuando te duermas en mis brazos
porque no sabes con que deseos
puedes despertar entre tus senos.
No te descuides, hembra mía,
porque pretendo esclavizarte
entre estos brazos y mis ganas
como a una criatura cazada.
No estas a salvo en mis amores:
te acechan estas ganas que no se acaban.

Ahí está el barrio en el que jugaba

Ahí está el barrio en el que jugaba
tirándole piedras a los trenes,
en el que andaba en bicicleta,
el de los primeros suspiros
por un amor temprano y quebrado
como mi niñez.
Ahí está la mañana de un dos de agosto,
cuando una vieja de negra túnica me confeso al oído
que la vida es una puta resentida
y que no hay final feliz cuando se nace.
Ahí están los curas y la cruz
y las lecciones de odio eterno.
Ahí están los primeros amigos,
los que son eternos niños,
los que aun están porque algo
habré hecho para tenerlos todavía.
Ahí esta la adolescencia, la calle,
los primeros cigarrillos, las mujeres,
la libertad, la confusión inconfundible
de una edad confusa.
Mi norte, mis casas de piedra, el Pucará, Tilcara,
los padres postizos que me enseñaron.
Ahí esta la vida entrando a mi vida.
El amor, que me traía como títere
descosido por la vida.
La vida, marioneta gusaneada de unos pocos.
Todo paso tan rápido desde ese dos de agosto
que bien podría haber muerto yo también en el camino
y aun así no recordarlo.
Todo se volvió confuso, ajeno,
tan perverso
que si alguna vez he sonreído
ha de ser equivocado.
En una casa de la calle Alberdi,
a los siete años, aprendí el cinismo.
Hoy, que a nadie le importa nadie,
me tengo para un consuelo tonto.
Esta noche resucito de a ratos para abrazarte
y no te tengo. Será que no te he dicho
lo que tengo muerto.
Será que tu me abrazas y yo,
bajo la tierra, reverdezco.

Están los días que he vivido jugando

Están los días que he vivido jugando
a las escondidas entre mis sueños.
Por una vez quisiera no estar lejos
y tenerte donde te quiero
y como te quiero.
Están las tardes mas serenas
pero las noches estan huecas
de tu presencia.
Están las horas y los relojes
fastidiándome los tiempos
de tenerte.
Estoy escuchando una brisa,
un aire suave como un tornado
que pasa lejos,
y en otro lado.
Estoy teniendo la esperanza
de tener una esperanza:
si es que llega, cuando llegue,
querré abrazarte.

Eres una sombra inquieta...

Eres
una sombra inquieta en los jardines
descuidados de mi alma,
paseando por los pasillos de la eterna nostalgia
trayendo remebranzas de un futuro
perfecto.
Eres
el recuerdo de lo que siempre
he querido ser,
el anhelo de un futuro sin tu ausencia.
Eres
lo que sueño, pienso,
y como en el almuerzo...
Eres
la que eres,
la que no puede medirse
ni contarse.
Eres
la totalidad,
la perfecta omnipresencia
de cada noche.
Eres
la que sueño en el desvelo
y la palabra que
no nombro en mis poemas.
Eres...
todo lo demás es redundante.