Un sonido de delicado tono quebranta el silencio
de la noche vacía y sin estrellas.
Es el olvido ─dice una voz;
es la muerte ─dice la otra.
Las golondrinas son la frase más hermosa de una canción
que canto y repito incesante como una lluvia
que no ha dormido en cien noches.
La aurora, ese bicho de amor muerto nos persigue
y nos hostiga, nos roba y nos quita,
nos anima y desanima trazando con sus dedos
un círculo perfecto que es, también, una salida.
Tu orgullo eran dos ciegos que temblaban en el miedo,
los que en sutiles silencios enmudecieron el cielo.
Mientras, en otra tierra, lejana
como el abrazo de la mujer que no nos ama,
una voz recita otro poema y Ella, que ignora que la espero,
lo acepta.
Un sonido de delicado tono quebranta el silencio
de la tarde vacía y sin cielo.
Es la muerte ─dice una voz;
es el desamor ─dice la otra.
¿Ese Ayer estaba acaso en el mismo calendario que este Hoy?
Cuestión de horas hacen al amor
o lo deshacen,
y la misma camisa pura y cándida con que me amaste
se vuelve roja de sangre
y después de una noche negra, llegó más noche.
¿Quién ha despojado al alma de amaneceres?
¿Quién, Amor, dime quién?
Vivir sobre esta tierra curva hace que te vea
desaparecer tras el horizonte
cuando te marchas.
Y yo desprecio tu ida como desprecio el abrazo
que no te dí cuando podía.
¡Mírame! ¡Qué soy el hombre que amabas y
que hoy ignoras!
Un sonido de delicado tono quebranta el silencio
de la tarde vacía y sin cielo.
Es el desamor ─dice una voz,
es la sin razón ─dice la otra.
Hubo una tarde que no llovía
y bajo un árbol anidó mi golondrina,
la misma
que no he dejado de nombrar.
También hubo ─porque había
un corazón hecho de ansiosa espera
y de temblor porfía.
Hubo por haber lo que quería aunque no lo viera
recién hasta perderlo.
Y extrañar no es lo que había.
Un sonido de delicado tono quebranta el silencio
de la mañana vacía y sin cantos.
Es la sin razón ─dice una voz;
es la locura ─dice la otra.
Y es la locura seguir amándote en la ausencia.