I
En la oscura letanía del absoluto ser,
en el éter firmamento del crepuscular ser,
allí donde las ninfas y sirenas navegan
y chocan sus naves contra rocas y peñas…
allí donde el tridente perdió a su Poseidón,
donde la Atlántida se hundió…
allí te espero yo.
II
Con las alas de los ángeles míseros de Dios,
con las alas de Ícaro derritiéndose al sol…
Con el pecho hecho añicos,
con este amor pedregullo…
te espero yo.
III
Mientras un rayo aturde a los siervos de Vulcano
y los vinos de Baco se entrechocan en alegres festines;
mientras Zeus reposa en el olvido de sus hombres,
yo suplico a los dioses tu vuelta.
En la playa un hombre como un mástil...
En la playa un hombre como un mástil:
aprendió a no luchar
para no perder.
Antes soñaba con atrapar el mar, ahora
se conforma con, cada tanto,
ahogarse hasta la muerte.
Luego resucita y vuelve a ser
en la playa un hombre como un mástil:
aprendió a no luchar
para no perder
aprendió a no luchar
para no perder.
Antes soñaba con atrapar el mar, ahora
se conforma con, cada tanto,
ahogarse hasta la muerte.
Luego resucita y vuelve a ser
en la playa un hombre como un mástil:
aprendió a no luchar
para no perder
Redoblaban ya las campanas...
Redoblaban ya las campanas
y ya el llanto de la viuda se calmaba;
el hombre en la muerte se marchaba
a soñarse hierba y polvo hasta los huesos.
Lo llevaban sus hermanos y un amigo,
sus dos hijos le lloraban la pobreza que dejaba.
Vestido de muerte se marchaba
lentamente hacia el olvido;
se perdería aquel hombre bajo tierra
adornado, primero, por las flores
que se contagian de la muerte,
mas tarde por la hierba que se siembra en el olvido.
Redoblaban ya las campanas
y, desde un lado del camino
que llevaba al cementerio,
una lágrima muda por secreta
prometía frescas flores cada día.
Una niña pequeñita,
sin saber que era su padre el que dormía,
al ver el rostro humedecido de su madre
que lloraba al que se iba
preguntaba
“¿Qué te duele, madrecita?”
y ya el llanto de la viuda se calmaba;
el hombre en la muerte se marchaba
a soñarse hierba y polvo hasta los huesos.
Lo llevaban sus hermanos y un amigo,
sus dos hijos le lloraban la pobreza que dejaba.
Vestido de muerte se marchaba
lentamente hacia el olvido;
se perdería aquel hombre bajo tierra
adornado, primero, por las flores
que se contagian de la muerte,
mas tarde por la hierba que se siembra en el olvido.
Redoblaban ya las campanas
y, desde un lado del camino
que llevaba al cementerio,
una lágrima muda por secreta
prometía frescas flores cada día.
Una niña pequeñita,
sin saber que era su padre el que dormía,
al ver el rostro humedecido de su madre
que lloraba al que se iba
preguntaba
“¿Qué te duele, madrecita?”
Soñaba contigo mientras dormía...
Soñaba contigo mientras dormía
recostado en el césped,
a la sombra de un árbol.
Tu llegaste silenciosa y amiga,
te echaste junto a mí y me besaste...
En tu beso desperté:
¡qué bello descuido de los dioses:
el sueño perduraba en la vigilia!
Es tan cándido tu sueño de virgen...
Es tan cándido tu sueño de virgen
que incoloro hago yo mi deseo
por no manchar tus labios con besos
ni privarte, inocente, del himen.
Me imagino que en tus sueños gimes
y compongo poemas a tus senos;
mientras tu duermes yo duermo mis besos
por mantenerte así tan virgen.
He dejado mis ganas en la cama,
durmiendo están ellas en tus sombras,
y las sorprendo soñando con tu vientre
que celebra, desnudo, que lo aman
descubriendo impunemente su forma...
y me sorprendo besándote la frente.
que incoloro hago yo mi deseo
por no manchar tus labios con besos
ni privarte, inocente, del himen.
Me imagino que en tus sueños gimes
y compongo poemas a tus senos;
mientras tu duermes yo duermo mis besos
por mantenerte así tan virgen.
He dejado mis ganas en la cama,
durmiendo están ellas en tus sombras,
y las sorprendo soñando con tu vientre
que celebra, desnudo, que lo aman
descubriendo impunemente su forma...
y me sorprendo besándote la frente.
¡Como un Cóndor se elevará este corazón!
¡Como un Cóndor se elevará este corazón!
Vencerá las rocosas montañas y llegará
al valle regado de tus ansias,
y ahuyentare a los buitres y serás carne viva
y no carroña.
¡Qué escapen esas bestias mientras puedan!
¡Qué huyan si aun les queda dignidad!
Porque el Cóndor volará para traer mi alma
nuevamente a mi hogar.
Y otra vez los humanos harán temblar el maizal,
y otra vez los jardines de oro de los templos
tendrán quien los lustre.
¡Huid, buitres! ¡Huid, Cruel Conquistador!
La Ciudad de los Dioses será liberada:
entraré en triunfo en tus plazas y en tus templos.
Y seré el que regresa; el que prometió volver.
Seré el mismísimo Dios en tus entrañas
revolviendo tus sentimientos.
¡Seré como un Cóndor en su nido: feroz,
inalcanzable para el enemigo!
Y todo lo que verán tus ventanas será la gloria pasada
volver a tus calles.
¡Porque llorarás con la emoción del pasado!
¡Amarás mis legiones y mis bandas;
rezarás otras vez con mis canciones:
el Tinku volverá a ser amado!
Tú, Ciudad perdida,
la Pretendida, la Invadida…
tú:
serás recuperada y glorioso marchare
sobre los restos del vencido…
El Tinku volverá a ser amado y tú, mi Antigua Capital,
recuperada,
y otra vez enarbolada.
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