Una gigantografía
casi del tamaño normal de un hombre,
un mural en una pared blanca
al que los años le han ido
descascarando la pintura,
un pulsera que juega
a ser de oro o de plata
siendo de hojalata;
un hombre pequeño que juega a creerse
la grandeza de un poeta
que hace tiempo no tiene
un buen verso que ofrecerle.
Usted sabe bien que ha creído en mi
de puro gusto,
de puro cariño.
Los dos sabemos que usted me quiere demasiado
y ojalá una vez, al menos,
yo pueda creerme un poquito
lo mucho que usted me ha creído.