La tierra lame sus heridas

La tierra lame sus heridas,
tigre asustado
a la sombra de un árbol dorado.

Una orilla es la vida,
un hilo delgado
de agua viva
que hace renacer la piel cansada.

Un pájaro inquieto
se enamora del cielo:
del cielo que traen sus ojos.

La tierra lame sus heridas
y las cura,
animal herido,
a la orilla de la vida.

Que no he vuelto, diles, si preguntan.

Que no he vuelto, diles, si preguntan.
Que he salido un momento y que no sabes
ni a dónde he ido ni cuándo vuelvo.
Invéntales alguna excusa si insisten
o diles que no he de volver ya nunca.

Y si aún así deciden esperarme,
atiéndelos como si fueran amigos.

No les des el gusto de marcharse
diciendo que no he sabido tratarlos.

Ofréceles de comer y beber hasta saciarse
y dales lo que pidan y en mi nombre
alégrales la espera con tu sana compañía.

Si no vuelvo, o me retraso demasiado,
dale algunos de mis versos viejos:
que con ellos se entretengan, si entretienen,
o buscándo los defectos, que los tienen.

Pero no les digas nunca que me he ido
a buscar los versos que aún no han sido escritos
por mi, por ellos o por otros.

No sea que armen un escándalo ante ti
mientras dure mi ausencia:
que hay gente demasiado vieja en este mundo
nuevo que estamos escribiendo.