Nadie escribe poemas, no se puede. Porque la poesía no se escribe: se intenta.
Hay, en cada poeta, poemas que intenta cuando escribe.
¡Vamos, que el poeta es una cabra borracha saltando de risco en risco!
A veces resbalando en una piedra lisa, otras
lastimándose con el filo de una roca.
Un tronco a la deriva
con el recuerdo de haber sido árbol
de haber sido vida
de haber criado pájaros y haber abrazado al viento. Y querer contarlo
desde la lejanía de haber sido.
No hay buenos poemas, hay poetas que se acercan más o poetas que se acercan menos
al poema que intentaron.
Pero no hay poemas, solo intentos.
Nunca es buena la opinión sobre uno mismo
pero tratándose de poesía
─que es paradoja del lenguaje─
paradójicamente,
es uno quien mejor puede decir qué tan cerca o tan lejos
estuvo de lograrlo.
Va en uno ser sincero.
Uno agrupa las palabras, arbitrariamente,
ordena y desordena estructuras sintácticas
a gusto y piacere
como si de echarle sal a la comida se tratara.
A gusto: la poesía se construye a gusto.
Se intenta de acuerdo al gusto de quien intenta.
Algunos intentan Pessoas, otros Nerudas,
otros intentan a nadie
porque creen que ser uno es no ser los otros.
Pero todos intentan, y ninguno puede.
Porque no se puede escribir poemas, solo se puede
intentar escribirlos.