No ha sido vana la jornada


No ha sido vana la jornada,
y ya la noche llega y pone
ya sobre la almohada,
ya sobre los versos,
la cabeza del hombre que ve
caer la helada en la ventana.

En este momento mueren todas las palomas


En este momento mueren todas las palomas
y todas las plazas;
mueren los carros, las oficinas; los árboles
se van apagando hasta volverse
sombras negras en la ventana.
Se terminan las conversaciones en los bares,
se acaba el chusmerío,
el griterío incesante de los niños,
las quejas y rezongos entendibles
de los adultos.
Se apagan los televisores, los computadores
los radios y todos
esos aparatos que han sido
las manos de las mucamas.
Se ha muerto el sol, y el cielo, y las nubes
dejan su lugar a unos fantasmas
que bailan en orgías con la luna.
Se han muerto el día y los labores
y pronto ─ya es la noche─
también habrán muerto los hombres.