A todos el dolor nos ama y el amor nos duele

A todos el dolor nos ama y el amor nos duele.
Nos persigue el fatídico olvido
en lo que hubiéramos querido recordar y
en lo que no hemos podido olvidar
Nos parecemos un poco a la primavera y al otoño
que no terminan de ser
verano o invierno.
Como árboles secos que no terminan de caer. La vida
nos golpea con la muerte
y el abandono.
Nos hacemos fuerte atravesando tristezas, y no alegrías.
Lloramos por amores que mueren de un día para otro después de largas e invisibles agonías.
Nos cegamos con fuerza y nos volvemos débiles. Nos confundimos,
vemos el mundo a través de ventanas de vidrios empañados
y, a obscuras, deambulamos, tanteando la suerte más
que los merecimientos.
A veces, porque queremos y sufrimos, nos arrastramos y otras,
como lagartos, nos descansamos al sol
que nunca dura más que un corto verano.
Todos tenemos uno o dos muertos,
un único primer amor que siempre será eterno,
alguna canción que nos recuerda que si la hubiéramos cuidado aún estaría con nosotros,
unas cuántas anécdotas graciosas,
alguna vergüenza que solo conocen los privilegiados.
Nos sobran preguntas de lo que pudo haber sido.
Nos sobran respuestas de lo que si fue.
Vivimos hasta que morimos, algunos menos. Los menos, más aún.
Vivimos porque nacimos un día, así de simple es,
y que hayamos despertado esta mañana es un buen síntoma de seguir vivos.
Hasta que la muerte nos separe
tenemos vida, que es también una obligación.

¿Qué cosa son dos cuerpos desnudos ante lo inevitable?

¿Qué cosa son dos cuerpos desnudos ante lo inevitable?
Tus senos ocultando la verdad y mi sed
sin descanso, refugiada entre tus piernas.
Nos simulamos un alma en la carne, nos confundimos
sin perder nunca de vista ese punto negro al final.
Jugamos a la desesperación con tanta pasión que por un instante la muerte no existe
y los cuerpos desnudos nos engañan, nos mienten:
el amor es una amenaza de vida ante la infinita muerte
esperando.
La esperanza de en un orgasmo terminar con todo de una vez
y no volver
a la escasa realidad que nos rodeaba antes de quitarte la camisa.
Dudar de todo, fingir la fe en tus senos,
aferrarme a tus muslos en un desesperado intento de crear
un Dios que nos salve y nos de la eternidad.
Todo acaba en un segundo y no hemos muerto.
La vida sigue desesperada después de todo el engaño de dos cuerpos desnudos.
Aquí, allá y en todas partes humanos
escondiéndose en el vientre
de una mujer que no va parir jamás esperanza
ni consuelo.
¿Qué cosa son dos cuerpos desnudos sino la desnudez eterna
de nuestras soledades?

Crece un árbol sin pensar en el hacha

Crece un árbol sin pensar en el hacha
y sin embargo, sueña con ser guitarra.
Ambición de eternidad.
Esperanza agónica del sentimiento trágico
de ser y querer ser siempre
sin el límite incierto de la forma.
Permanecer y durar
a pesar de la muerte.
Seguir la escalada vertiginosa hacia la evolución y soñar,
con resignada esperanza,
con una forma de eternidad que nos alcance.

Y tus pies fríos me rozan y me despiertan

Y tus pies fríos me rozan y me despiertan
en plena noche,
pero al despertar descubro que era un sueño que dormías junto a mi.
Nada es real en esta ausencia donde cada mujer
que cruzo no eres tú, donde
todo está para recordarme que no estás.
Las sillas en las que no te sientas, la mesa en la que no comes,
o el quiosco al que no vas por cigarrillos.
La señora de la esquina, que no conoces. El perro que duerme en la plaza y que nunca te ha ladrado
por despertarlo con tus pasos.
Las tazas que no ensucias pero igual lavo fingiendo que sí.
La cama en la que no duermes.
Las mañanas, las tardes, las noches y otra vez las mañanas
inútiles que pretenden ocuparme con pequeñeces de la vida y yo que quiero, únicamente, extrañarte, pensarte, soñarte,
para que esta ausencia no lo sea todo. Porque me niego a no tenerte.
Porque resisto, lucho, por tenerte. De tanto soñarte tal vez un día, te me hagas realidad.

Y yo queriendo que te quedaras

Y yo queriendo que te quedaras
cuando querías irte.
Insistiendo en un pasado imperfecto
mis manos quisieron acariciar la sombra
de una que se había ido
y yo, sin darme cuenta.
Quise atraparte, encerrarte en un presente sin futuro
y tu, "¿para qué quedarme?" me preguntaste
y yo, que no tenía respuesta
que quisieras escuchar.
Se nos fue un invierno tratando de olvidarnos.
Se nos fue la vida por no lograrlo.