Me embarga una tristeza nuestra

Me embarga una tristeza nuestra,
compartida, solitaria...
me azota la espalda esta falta que me haces
obligándome a pensarte,
a extrañarte más que como un amante
como un esclavo
de este sentimiento.
Me duele una ausencia nuestra
compartida, solitaria...
me encierra en cárceles de aire
irrespirable, envenenado
desde que no estás conmigo,
desde que abriste esa puerta
a un jardín que no es el mio.
Me adormece el alma un olvido nuestro
que es tuyo por elección
mio por necesidad y obligación.
¿Me olvidas?
Acaso lo intentas con la misma fuerza
que intento yo retenerte.

Le regalo un verso

Le regalo un verso
o, para mejor decir,
le cambio un verso por un beso.
Usted solo déjeme tocarle los labios
con un poema viejo
y, seguramente,
escrito a otro amor
que ya he perdido
o he olvidado,
que es lo mismo,
pero que esta tarde
he reescrito para usted,
con sus ojos, su boca y sus manos.
Déjeme cambiarle
este escaso poema
por un beso de su boca
confiando que el amor
justifique la injusticia
de a cambio de tanto
tan poco estar pagando.

Me había quedado dormido en la tarde

Me había quedado dormido en la tarde,
en mi viejo sillón donde un sueño me esperaba
entre las líneas de un viejo libro de poemas.
Era un tarde, recuerdo, de sol,
pero todo el cielo se obscureció de pronto
y por la ventana abierta entró tu abandono
como un animal hambriento del cercano parque.
Traías, recuerdo bien, un velo en el rostro
y un largo vestido, gris o blanco, según la luz,
según las nubes reconstruían el cielo.
En ese sueño yo no despertaba,
seguía dormido mientras tu figura de aire
flotando sobre mi se despedía.
Y yo, que escuchaba aún dormido,
no reaccionaba a tus pedidos.
Cada tanto la luz del exterior cambiaba,
tu te hacías transparente u opaca según el cielo.
Yo dormía con el libro caído sobre mis piernas
pero aún así veía tus labios moviéndose, y entendía,
con toda claridad, lo que decías.
Sobresaltado desperté con la luna en mi frente
y la tarde perdida.
Tenía ese gusto a sueño en algún lugar del cuerpo,
la certeza de haber estado en otro mundo pero ningún detalle.
Una lágrima que más sentía en mi interior que en mi mejilla
me hizo suponer que allí habías estado otra vez
con tu antigua y renovada despedida.
Y otra vez caí en el viejo sillón gastado, vencido,
sin entender cómo pude esa tarde y sin luchar
dejarte ir sin decir que aún te amaba.

Yo estoy donde me busques, pero más en tus labios...

Yo estoy donde me busques, pero más en tus labios que en cualquier otro lugar.
Vivo en la comisura de tu boca
cada vez que me nombras.
Me dejo llevar como un niño alzado
en tus palabras
para que el viento me acaricie cada vez que suspiras.
Suelo jugar de noche con tus besos
mientras duermes
y me divierto cosiendo tus sueños
a los mios
y haciendo nuestra la fantasía
de tenerte en mis brazos.
Yo estoy donde tu me quieras llevar
porque estoy en tu pecho,
dormido, soñando,
olvidando que estamos solos
y la soledad es infinita.
Me gusta quedarme allí donde vos estás
porque acá, donde ni vivo ni sueño,
no tengo tus manos
que tanta falta me hacen.

La consecuencia fue la ausencia total de emociones

La consecuencia fue la ausencia total de emociones.
El árbol seco en el fondo del patio,
donde de chicos trepábamos con la inocencia pura,
sin la humana ambición de adueñarnos del cielo.
De la arcaica esperanza nos queda
un primitivo sabor a derrota en los labios
desde que olvidamos el beso.
Tus brazos, cansados, mis piernas, inmóviles.
Los ojos lloraron hasta el hastío y, aún así,
no hemos medido las consecuencias de no amarnos.
Amar en silencio, como última recurso
antes de seguir destruyendo al amor con la banal
costumbre del palabrerío innecesario.
Saborea el bronce y el olvido antes que ni eso nos quede,
sonríe que detrás de nuestro olvido llegan otras esperanzas
que también destruiremos.
Porque somos humanos,
animalitos tristes destinos al olvido.