Romance de la luna creciente y la serpiente (poema VII)

El recuerdo íntegro de las doce noches
con sus nombres
y sus maravillas.

Han muerto las brujas que encerraron la memoria.

Un solo nombre es todos los nombres.

Tengamos calma, Mujer: sigue la eternidad.

Romance de la luna creciente y la serpiente (poema VI)

En la piedra está escrito desde hace mucho: todos los caminos llevan Roma.

Junto a la escritura, un pequeño grabado muestra a Babilonia
adorando una Serpiente.

Más abajo, las letras del nombre que había olvidado.

Romance de la luna creciente y la serpiente (poema V)

Doce noches con sus doce días han sido contadas
y a cada una le ha correspondido un nombre de mujer.

En una casa alta construida con piedras un sacerdote
apuesta a una hembra su nariz
y ambos pierden.

La Serpiente reina en esa casa:
se alimenta de vírgenes que un dios-jaguar secuestra en la selva.

Así es este mundo, tan distinto
tan alejado
de la colosal ciudad que el Dragón abandonó
huyendo del fuego de sus propias palabras.

Aquí todo se ha escrito desde hace doce noches:
el mundo sobrevivirá doce soles;
luego, la noche trece se quebrará:
todo se volverá oscuro.

Quien no haya aprendido de memoria su camino, lo perderá;
quien haya olvidado el nombre de su Dueña dormirá en una cama sin sueños
y sin embargo, en su desvelo soñará todas sus muertes
y abrazará a la Traición aunque no duerma con ella
y morirá ciento cuarenta y cuatro veces ─doce por cada noche─
sin ver la luna
y renacerá sin memoria ciento cuarenta y cuatro años ─doce por cada día─
sin ver el sol.

Entonces, cuando se cuenten la noche trece, recordará el canto
que un Dios le enseñó y romperá el círculo: liberará a la Doncella
que mató doce veces durante las doce noches anteriores
y así también se hará su liberación.

El día trece dejará la selva y los ríos y los volcanes
y volverá el Rey sin trono a cruzar el lago
del que Ziuzudra bebió la inmortalidad,
se detendrá un momento en la tumba de su leal amigo
leerá en voz alta de la lápida su propio epitafio
y así recordará quién ha sido
y tocará, finalmente, a la puerta que prometió regresar.


Romance de la luna creciente y la serpiente (poema IV)

Quien crea todavía en las palabras que escriba este poema.

Nerón observa las cenizas de Roma.
No entiende una noche entre millones
pero una sola semilla guarda un árbol y un árbol guarda un bosque
y quizás todos los bosques no sean más que la fantasía de una única semilla.

Solía amanecer en una sonrisa.

Hoy los jardines se secan en la terraza más alta del edificio más alto
de Babilonia; Gilgamesh encuentra la inmortalidad pero arroja la corona
a un mar eterno para abrazar el cuerpo frío de su leal Enkidu;
El Rey que huyó del trono reza a un dios que huye sin dar explicaciones
prometiendo el regreso.
Pero por la noche las lámparas vuelcan su aceite sobre todos los mapas,
que se incendian,
y las promesas se pierden.

Tenía un océano en la boca cuando ella escuchaba.