Dejaste de creer
y un día te disfrazaste de tu propia muerte.
Dejaste de creer,
cerraste la esperanza,
soltaste esa mano tibia que te acompañaba
y una noche,
atea y puta como todas,
te acordaste un padrenuestro
que de niño repetías como loro
para hacer feliz a esos maestros.
Aprendiste que la fe es otra mentira,
que a la desesperacion le ponen traje
hecho a medida
para vestir de seda a la mona.
Pero...
¿qué importa una mentira más?
Todo este circo es una gran mentira
la vida es un show de televisión
los libros son cartón pintado
las escuelas un cuartel de soldados
y a partir de cierta edad
los besos
saben al café apurado en el descanso del trabajo.
Dejaste de creer
un día
pero nunca
antes
te habías preguntado
cuándo
─si es que alguna vez─
creiste de verdad en algo.