He transitado la vida de la mano de la muerte.
Me he refugiado en la calle cuando no tuve hogar,
con la música que me seguía como un perro.
Me guarde algún recuerdo que invente,
de algunas cosas que no hicimos. Lo
tengo siempre a mano por las noches de frío.
A veces pienso que no debería pensar tanto,
ni soñar ni esperar algo de nada.
A veces me muero despacio,
leyendo un diálogo escrito en mi mente.
Ya casi nunca me despierto al levantarme,
quisiera ser sordo y ciego para no saber
ni lo que viven ni lo que escribo.
He perdido batallas, todas, he ganado
las otras, las que no existieron.
Me ha dolido una muerte,
tres muertes, y se que faltan,
las veo cada día en la esquina de mi casa,
sentadas, rondándome
como hice yo alguna vez con alguien.
Me he perdido en mi propia casa y en ciudades
que nunca he visto he caminado sin dudas.
Me he cortado el cabello y la fe,
uno porque se cae con los años, la otra
porque murió una tarde en una plaza
cuando en vez de un beso cualquiera
me diste el último.
Si he extrañado ha sido por no saber olvidar,
he aprendido setenta y siete cosas inútiles,
y ninguna que sirva.
Si he extrañado será que he dejado en ti
algo que ya no crecerá de nuevo.
Si a veces me suicido será porque la vida se me gasta.
Acércate en silencio, dame un beso y un abrazo.
Todo pasa.