Haikús I

LLuvia de otoño,
las flores de la tierra
riega mi llanto.


Ramos de rosas
te dejo en la sonrisa,
¡Qué se hagan besos!


Luz de la luna:
brilla con más humildad
que me desvelas.


Noche cerrada,
la luna ya bien alta
reparte sueños


Han muerto aquellas
hojas primaverales:
es el otoño.


Te alejas de mí,
te olvidas mariposa
que me has amado.

He transitado la vida de la mano de la muerte

He transitado la vida de la mano de la muerte.
Me he refugiado en la calle cuando no tuve hogar,
con la música que me seguía como un perro.
Me guarde algún recuerdo que invente,
de algunas cosas que no hicimos. Lo
tengo siempre a mano por las noches de frío.
A veces pienso que no debería pensar tanto,
ni soñar ni esperar algo de nada.
A veces me muero despacio,
leyendo un diálogo escrito en mi mente.
Ya casi nunca me despierto al levantarme,
quisiera ser sordo y ciego para no saber
ni lo que viven ni lo que escribo.
He perdido batallas, todas, he ganado
las otras, las que no existieron.
Me ha dolido una muerte,
tres muertes, y se que faltan,
las veo cada día en la esquina de mi casa,
sentadas, rondándome
como hice yo alguna vez con alguien.
Me he perdido en mi propia casa y en ciudades
que nunca he visto he caminado sin dudas.
Me he cortado el cabello y la fe,
uno porque se cae con los años, la otra
porque murió una tarde en una plaza
cuando en vez de un beso cualquiera
me diste el último.
Si he extrañado ha sido por no saber olvidar,
he aprendido setenta y siete cosas inútiles,
y ninguna que sirva.
Si he extrañado será que he dejado en ti
algo que ya no crecerá de nuevo.
Si a veces me suicido será porque la vida se me gasta.
Acércate en silencio, dame un beso y un abrazo.
Todo pasa.

Los olvidados de Dios se abrazan

Los olvidados de Dios se abrazan,
se besan y se confunden, en un abrazo sin amor
se desquitan del olvido
y de la memoria que se les ha negado.
Se besan sin fuego, sin pasión,
helados los sexos inútiles, abandonados,
en una noche sin amor, de venganza
rencorosa y pasajera.

En dos gotas de vino se escribió un verso tinto

En dos gotas de vino se escribió un verso tinto,
y una noche de lluvia y desamor
dos tristezas se complotaron para asesinar al olvido,
y por un rato, fueron,
dos tristezas enredadas.

El día empieza sin una sonrisa y me miras con desconfianza

El día empieza sin una sonrisa y me miras con desconfianza,
como si hoy te amara menos,
o si me hiciera menos feliz tenerte entre mis brazos.
Es que el agua a veces me cierra el pecho,
es agua salada, de mares de la infancia,
de lágrimas guardadas.
Es que a veces extraño las cosas imposibles,
los fantasmas de deseos que no tuve
cuando debí me atormentan ahora, esperando
que me abraces con otros brazos.
Es que a veces se me olvida que soy feliz y lloro,
en silencio, en un papel, con una canción.
Quisiera no ser tan ausente,
no faltarte cada día entre tus brazos,
quisiera tenerte como no te tengo y esperaba
que una noche te tuviera un poco más que en sueños.
El agua debe entrar por las ventanas mal cerradas
porque una gota se me pego en el ojo,
¡lluvia ingrata!, y yo, que le había escrito un poema...
Mañana cuando me veas, no me mires a los ojos,
las tardes de lluvia cambian su color,
se ponen mas grises.

Quisiera poner un pie

Quisiera poner un pie
en el camino,
empezar a
irme, una
vez de
mi.