Si me perdonas el atrevimiento

Si me perdonas el atrevimiento
quisiera me robes
el último beso

Si disculpas mi osadía quisiera
te lleves la última vida
que me queda

Si pudieras comprender
mi urgencia en pedirlo
te pido
te quedes para siempre.

Cactus (I y II)

(Soy cactus: cientos de espinas
desesperadas
sin abrazo)

I
No hay en la tierra un hombre
que entienda.
No hay en la tierra un hombre
que sepa algo
verdadero.

Sin embargo he visto
tantos
y tan pobres
que solo querían dinero.

Y otros que daban muerte
─teniendo los ojos llenos
de ella─
y el desprecio que sentían por sí mismos
era tal y era tan grande
que les resultaba intolerable
aquellas gentes que celebran
el amor y la poesía.

Mis espinas hablan.
Mis espinas dicen
lo que tu ya sabes, niña:
que una flor gigante
blanca y amarilla
ha crecido en estos días.

No hay en la tierra un hombre
que sepa
el dolor
que llevas dentro.

Sin embargo he visto
tantos
y tan solos
que se admiraban a ellos mismos
y se llamaban "maestros".

Ninguno de ellos entendía
o sabía
cosa verdadera.


II
Dicen mis espinas, niña,
que no temas,
que el buen pastor cuida sus llamas
del cazador.

Y en un susurro agregan:
"el Padre no se olvida de sus hijos:
la mentira seguirá siendo mentira
el odio, odio; el amor, amor.
Los hijos son los hijos de la tierra
y todo lo que en ella crezca
llevará en su alma al mismo sol".

Descansa, niña de las llamas, descansa,
que un buen pastor cuida tu alma.