Voy cabalgando el lomo de un poema
soberbio y rebelde y atroz, con la muerte
en los sentidos y en la frente coronada
con espinas de una mujer saliente,
mi estrella única, exigiendo libertades
que he dejado, con los zapatos, al costado
de la cama esta noche de palabras tristes.
De una sima profunda proviene un llanto
eterno, etéreo, de un niño abandonado
en una muerte previa al nacimiento,
un beso abortado en dos labios mojados
con vino negro, veneno de una pena
que atraviesa, daga helada, el último
adiós que tengo dicho esta mañana.
Quisiera abanderarte en mi poema,
recordarte en cada piedra del camino,
justo homenaje a la suerte, o a la pena,
absurda de un enero muerto en llanto
que silenció el canto eterno de un árbol
que no ha vuelto a cantarle a los pájaros
ni una sola de las letras de tu nombre.
Sin embargo, yo, en mi secreto silencio
te beso a cada instante queriendo silenciar
también la muerte entera que adormezco en mi regazo.
Porque tu voz y tu nombre tienen alas
a Santiago Feliú
Porque tu voz y tu nombre tienen alas
es que vuelves en todas las mañanas
a despertarme la poesía
vacía de mis manos
dormidas.
Eres tú el gorrión sereno que asoma
en mi ventana,
paloma de la guerra necesaria,
en lugar de olivo, la palabra,
y un mensaje claro que no acaba.
De la muerte no te has enterado
y ronda, no el fantasma ni tu sombra,
sino entera tu presencia, llena de tu magia
de soñarle al niño el pan y darle escuela
donde en lengua extranjera prometían
más pobreza.
No creía yo hasta conocerte en otra vida
después y más allá
de tanta muerte.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)