¡Qué absurdo silencio el de los tigres...
¡Qué absurdo silencio el de los tigres
cuando la sabana se obscurece
y se hace eterna la sombra de los elefantes!
Esa hora en que los cuervos desperezan sus alas
o la serpiente envuelve la rama con sus aceites
o la jirafa descansa la vista infinita que le dio un dios negro y desnudo.
Todo es salvaje silencio y algún vuelo apenas si alcanza a rozarla a la noche como un látigo.
Los jazmines, lejos, se desprenden de la tarde muerta
y reencarnada en los aromas blancos de la negra noche
y los cristales se enfrían aunque afuera, en el jardín, la noche esté tibia.
Todo se duerme menos el instinto del hombre que ama
y en su desvelo nombra a una mujer.
Allí, en la distancia circular del planeta,
donde el horizonte resbala lento y cae
en las fauces hambrientas del amanecer,
está ella, que espera y que sueña y que no sabe
que mientras acaba el último delirio onírico de su imaginación
un hombre batalla con su suerte queriendo dejar de pronunciarla como un loco
para morirse de una vez en la noche y asesinarse el futuro con un sueño imposible.
Es normal estar confundido...
Es normal estar confundido, tener dudas, tener miedo.
Es normal no saber a dónde va uno y su vida,
a qué aspirar o contra qué medirse
para saber si está haciendo las cosas bien o mal.
A veces un sueño nos desbarata todo el esquema
que con tanto trabajo habíamos logrado construir.
En un segundo, una palabra, un rostro que cruzamos en la calle
nos deja tirados al costado de ese seguro camino que c
reíamos recorrer.
A veces es normal no saber qué hacer, o cómo,
porque lo común es que vivamos como seres humanos:
confundidos, envueltos en incertidumbres
porque vivir es ir por la vida aferrados a ilusiones y esperanzas
tan frágiles como la cáscara de un huevo.
Es normal estar confundido, o sentir a veces que uno está quebrado.
Es normal, pero más todavía es humano
dudar, temer, preguntarse y repreguntarse
qué es la vida y si estamos, o no, en el camino correcto.
Es tan normal como ser humanos querer ser felices y,
a pesar de todo, seguir intentándolo cada minuto de nuestras vidas.
No ha sido vana la jornada
No ha sido vana la jornada,
y ya la noche llega y pone
ya sobre la almohada,
ya sobre los versos,
la cabeza del hombre que ve
caer la helada en la ventana.
En este momento mueren todas las palomas
En este momento mueren todas las palomas
y todas las plazas;
mueren los carros, las oficinas; los árboles
se van apagando hasta volverse
sombras negras en la ventana.
Se terminan las conversaciones en los bares,
se acaba el chusmerío,
el griterío incesante de los niños,
las quejas y rezongos entendibles
de los adultos.
Se apagan los televisores, los computadores
los radios y todos
esos aparatos que han sido
las manos de las mucamas.
Se ha muerto el sol, y el cielo, y las nubes
dejan su lugar a unos fantasmas
que bailan en orgías con la luna.
Se han muerto el día y los labores
y pronto ─ya es la noche─
también habrán muerto los hombres.
Micro-poéticas
I
La poesía es la derogación absoluta de todas las leyes del universo, el triunfo de lo concebible por sobre lo probable.
II
Todo empezó hace mucho, en una rima o un simple verso. Lo demás no lo recuerdo, fue un huracán que se llevó el viento.
III
Y es que me aburro, ¿saben?, y se me antoja, entonces, gritar en silencio todas esas cosas que no tengo para decir.
IV
¡Estas no son horas de andar por el viento! ─les dije una noche a mis versos. Sordos serían, porque no volvieron hasta el otro día. ¡Versos! ¡Mejor sería criar cuervos!
V
¿Quieres saber un secreto? Hoy no me dejaré escribir. Mejor vete a dormir─ me dijo el poema. Y yo le obedecí. Discutir con un poema es como discutir con una mujer.
VI
He desbastado la soledad como se tala un árbol, sin pensar que el bosque seguirá viviendo allí, entre la hierba inapagable y el cielo inalcanzable.
VII
Alguien derrama una lágrima. Alguien la recoge. Y el amor sigue su tortuoso recorrido por la selva humana.
VIII
Construí cadenas. Yo, que quería puentes.
No soy, he sido
No soy, he sido
un largo camino:
semilla planta árbol
madera guitarra canto
poema libro poeta
No he sido, soy
un ser sostenido.
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