Los infinitos caminos encerrados,
las repetidas esquinas
-todas se parecen-
los mismos muros siempre.
Has hallado el camino
que conduce al centro.
Fuera de ese universo perverso y real
como cualquier otro
te esperan los brazos y los labios.
Debes regar la espada y recorrer el hilo
y estarás,
finalmente,
en ese otro laberinto,
que es el amor de una mujer.
Solo en el centro,
en la mas íntima morada del monstruo, entenderás,
que en este Laberinto no basta con encontrar la salida.