¿De qué hablé cuando escribí
los versos de las blancas mariposas?
Las palabras se me sublevan
y dejan de rimar cambiando el sonido
para entonar otros nombres.
Seguro, me aprendía mis versos
creyendo saberlos.
Pero nunca han sido mías las palabras
ni los versos:
el capricho de un Dios vulgar y juerguero
me los ha dictado, borracho,
y son mi burla.
Hoy quisiera entender el susurro
de todas mis voces,
pero nada escucho más que risas.
Las blancas mariposas,
mientras tanto,
siguen acechando.