Solo, sentado sobre la ausencia y la fatídica
desesperanza de haber sido olvidado.
Te nombro, siete veces al día,
recuerdo la fe perdida, la anhelo y busco
por cada rincón de la casa.
Recorro el hueco de mi existencia vacía
con dedos que te acariciaban,
te deformo hasta la perfección en un recuerdo
fingido, cansado de falta de tangibles horas
a tu lado.
Tu recuerdo es un documento falsificado
que me identifica como el hombre que no he sido
y que no extrañas.