al tiempo que la razón
nos adormece con
caricias de falso olvido,
acecha mascullando un nombre
como una sombra.
No es posible engañarla.
No hay dos bocas que se parezcan
ni un beso que sea igual a otro.
Y la piel recuerda, y exige.
Exige silenciosa.
Exige un beso innegociable.
Maliciosamente, calla. Acecha.
Su estrategia es ser paciente,
esperar una noche
en un sueño
y todo se destruye ante las nueves letras
inmortales, orgullosamente erguidas,
de un nombre que creímos muerto.
Hay besos que no escriben historias.
La piel, que es cuero y escudo,
ignora y anhela
todos los besos y el beso.