He olvidado el dolor,
así de simple,
sobre el escritorio, la mesita
del café, entre las flores del balcón.
He olvidado el tiempo,
las quejas y he dormido
una siesta de domingo
un lunes por la tarde.
Me he dejado el dolor sobre la cama
violado en sueños
y allí lo he dejado,
dormido entre dos lágrimas
mías o suyas,
da igual,
de todos modos
era un dolor mio.