La ciudad no entiende de estas cosas

La ciudad no entiende de estas cosas:
de besos y caricias
por las oscuras esquinas
como si una mano extraña la violara
en cada plaza
en las veredas, los portales...
La ciudad se retuerce un poco pero se deja.
A veces sospecho que está harta
de tanto asfalto frío y hormigón
con alma de acero,
toda esa falsa pretensión de alcanzar el cielo
subiendo y subiendo
solo por alimentarse el ego.
Podría jurar que la ciudad
está triste y sola
soñando un amor que no le llega
y que es por eso
que nos deja
tanta plaza, tanto esquina
y portal oscuro
donde besarnos y dejarle,
de paso, una tibia caricia en sus inviernos.