uno los escribe a tientas,
sin saber muy bien cómo
ni por dónde.
Luego, ellos deciden cosas:
si vuelan o reptan;
si dicen o callan;
si enamoran o aman;
si arden o mueren.
Y un poco, también,
decide quien los lee.
El poeta es poca cosa en este cuento:
apenas los escribe
y no decide nada.