Romance de la luna creciente y la serpiente (poema IV)

Quien crea todavía en las palabras que escriba este poema.

Nerón observa las cenizas de Roma.
No entiende una noche entre millones
pero una sola semilla guarda un árbol y un árbol guarda un bosque
y quizás todos los bosques no sean más que la fantasía de una única semilla.

Solía amanecer en una sonrisa.

Hoy los jardines se secan en la terraza más alta del edificio más alto
de Babilonia; Gilgamesh encuentra la inmortalidad pero arroja la corona
a un mar eterno para abrazar el cuerpo frío de su leal Enkidu;
El Rey que huyó del trono reza a un dios que huye sin dar explicaciones
prometiendo el regreso.
Pero por la noche las lámparas vuelcan su aceite sobre todos los mapas,
que se incendian,
y las promesas se pierden.

Tenía un océano en la boca cuando ella escuchaba.