Finalmente estamos solos
y aquellos que juraron salvarnos
nunca han llegado.
Dicen quienes los vieron acercarse
que temieron al vernos.
Somos los inmortales de Borges:
fuimos Homero y hoy somos bestias
lamiéndose las llagas para saciar la sed.
Nosotros que hemos jurado lealtad a la poesía
hemos cumplido nuestra parte:
hemos muerto abandonados a la suerte
en cada verso, pero ellos,
que prometieron salvarnos y lavarnos las heridas
se asustaron al vernos sucios,
miserables como animales
después de tanta belleza.