Como la muerte, ella viene y lo recorre
para lavarle el dolor, animal herido,
le desangra el cariño, le mata por dentro
el infeliz niño que había sido:
se retuercen juntos,
se devuelven las alegrías mutuamente,
lamen del cuerpo del otro, cada uno,
como gotas de fe que se transpiran,
pequeñas pociones de inmortalidad
que se beben de los cuerpos:
no hay vida que estén creando más
que la de ellos mismos.
Después ellos terminan la noche: le cierran el mañana
para poder volver a mirarse
y poder mirar a los otros.