¿Tienes agua?, preguntó.
No, pero me falta el aire
me pesa el cuerpo mucho más de lo que pesa
y me resulta imposible mantener los pies tocando el suelo.
Cada vez que te veo es como si viviera bajo el agua.
Nunca volvió a preguntarme nada
y desde entonces vivo como debajo de la lluvia.