a Santiago Feliú
Porque tu voz y tu nombre tienen alas
es que vuelves en todas las mañanas
a despertarme la poesía
vacía de mis manos
dormidas.
Eres tú el gorrión sereno que asoma
en mi ventana,
paloma de la guerra necesaria,
en lugar de olivo, la palabra,
y un mensaje claro que no acaba.
De la muerte no te has enterado
y ronda, no el fantasma ni tu sombra,
sino entera tu presencia, llena de tu magia
de soñarle al niño el pan y darle escuela
donde en lengua extranjera prometían
más pobreza.
No creía yo hasta conocerte en otra vida
después y más allá
de tanta muerte.