Voy cabalgando el lomo de un poema

Voy cabalgando el lomo de un poema
soberbio y rebelde y atroz, con la muerte
en los sentidos y en la frente coronada
con espinas de una mujer saliente,
mi estrella única, exigiendo libertades
que he dejado, con los zapatos, al costado
de la cama esta noche de palabras tristes.

De una sima profunda proviene un llanto
eterno, etéreo, de un niño abandonado
en una muerte previa al nacimiento,
un beso abortado en dos labios mojados
con vino negro, veneno de una pena
que atraviesa, daga helada, el último
adiós que tengo dicho esta mañana.

Quisiera abanderarte en mi poema,
recordarte en cada piedra del camino,
justo homenaje a la suerte, o a la pena,
absurda de un enero muerto en llanto
que silenció el canto eterno de un árbol
que no ha vuelto a cantarle a los pájaros
ni una sola de las letras de tu nombre.

Sin embargo, yo, en mi secreto silencio
te beso a cada instante queriendo silenciar
también la muerte entera que adormezco en mi regazo.