Una estrella brilló en la tierra

Una estrella brilló en la tierra y los magos la siguieron...

Porque creyeron que en la pobreza
nace lo verdadero

que no hay más magia que seguir siendo libres
a pesar de los fascistas

que no hay dioses ni reyes

porque creyeron en la gente
pero no en toda
solo en la gente que no compra ni vende
mierda
─la otra gente es moscas.

porque supieron que lo único urgente es uno
y es el otro
─sin esos fariseos de los mercados─
que hay hambres peores que no tener comida
que hay fracasos más dignos que todos los triunfos
que hay necesidades que no se tocan
y verdades que no se matan

que los regalos se los pueden meter por el culo
porque esta victoria no se compra en tiendas
ni en supermercados

A los que siguen ESA estrella hasta la victoria
siempre...

Por ellos y con ellos...

Que no nos duerman esta noche buena
con el cuento de la paz
porque los chicos tienen frio
y los obreros tienen hambre
mientras los curas y los gobiernos
cantan villancicos
en la barra de un prostíbulo.

Soy de pie ante el abismo

Soy de pie ante el abismo:
la inmensa nada que llama
como una poderosa mujer,
un filo
desprolijo
es borde
es límite

erguido donde acaba todo
miro y mido

detrás, una caida como senos insaciables...


Lo que no sabe el abismo -porque es nada-
es mis alas.


Y yo, que me sentí lejano

Y yo, que me sentí lejano,
impalpable
a tus ojos,
volé, una mañana
sin fecha,
en tus alas.

La luna andaba
por ahí
todavía;
se quedaba
clavada, aunque ya fuera día,
como un ojo blanco,
ciego,
en las alturas del cielo.

Dejé lo que tenía: el hambre,
el frío
y las ganas de quedarme
en la cama
hasta el último día
y levanté mis pies del suelo,
de la tierra que me reprimía.

Y yo, que me sentí lejano y solo
te tuve
un día
como de vuelo
como de pájaros
como de amores claros.

He visto, delicado aplomo, nenúfares y glóbulos

He visto, delicado aplomo, nenúfares y glóbulos
sonámbulos, arémbalos,
prestos al noctámbulo artificio de unos péndulos
coléndulos, albóricos, treméndicos
de astucias igualables a esos mares
de tierras madreselvas, madreperlas,
parabelias de la ausencia en las ausencias.

Las trece calaveras carabelas,
las puertas que se cierran inremedias,
las ojas femeninas, las aurelias,
las muchas velas negras de la vida,
la cierta incuspicencia celestina,
la morra, peregrina, la sistina.

He visto, desnuda de la arena,
la melena desastroza de una hena
gatoparda, felemina, fotocida,
de una cuerda sostenida: la alegría.

¿Qué vale una palabra o un poema
si nada ha decirle a quien lo lea?

Loca de tristeza se puso una nariz de payaso

Loca de tristeza se puso una nariz de payaso
y sonrió
para una cámara.

Me estaba enseñando a encontrar la alegría
y no lo sabía

a veces no sabe cuánto me enseña
a veces yo mismo no sé
cuánto es capaz de enseñarme

como ella me escucha todo yo hablo
y hablo
y le hablo

con ella puedo hablar de todo
de cualquier cosa
que ella, atenta, me escucha

pero yo no le digo, por orgullo,
cuánto aprendo de ella
cuánto me enseña
cuando es capaz de sacar
de la tristeza
tanta sonrisa.

Con qué impunidad se abren las venas

¡Con qué impunidad se abren las venas
los escandalosos habitantes de lo cierto y lo derecho!
¡Con qué impunidad levantan la voz
cuando la partitura indica un tiempo de silencio!
¿También en la capilla serán tan racionales
cuando el cura, desde el púlpito, ofrece la parábola?
¿O será selectivo ese positivo pensamiento?
Dirán ahora que he ofrecido mis escombros al mercado
porque me he desafiado, porque me he atrevido
porque me he desnudado de las ideas
para hacerme amante de un pensamiento libre,
de un pensamiento que no reconoce amos.
Antes denunciaron la tristeza; hoy,
hoy, la maravillosa orgía.
¡Cuánto despecho esta amante que prefiere
masturbarse y marchitarse a adentrarse
en los amores prodigiosos y fecundos!

Dejemos, mejor, al silencio hablar de lo que quiera.

Qué hacer con tanto pájaro

¿Qué hacer con tanto pájaro? ¿Con tanta jaula?
¿Encerrarlo?

¿Qué culpa tiene él,
pobre libre,
de tanta ala y tanta jaula?

¿Y si se pudiera, de algún modo,
encerrar la jaula
en el pájaro...?

¿No valdría la pena probar algo nuevo?
Una vez, una vez al menos,
¿no valdría la pena intentar lo distinto
y encerrar tanta jaula
dentro
de tanto pájaro?

De tanto en tanto veo tu fantasma

De tanto en tanto veo tu fantasma
caminando tu rutina
otra vez
como si todo fuera igual.

Y aunque sé que nada es igual
yo acepto ese juego
aún sabiendo
que es una trampa
de esta cabecita triste,
sabiendo que ya nada es igual.

Porque es más fácil así.
Porque sería muy difícil de otra manera.

Hablan de la poesía

Hablan de la poesía
como del novio de la hija de la vecina
como del calor, la lluvia o el viento
o de la última novela de Coelho.
Hablan de la poesía como de una canción de Arjona.

La poesía es una religión, una fe , un vacío, una insatisfacción
un Dios que odia.
No es oro.
No hay oro.
La poesía tiene sangre oscura y viscosa. Ni azul
ni roja.
Creen que la poesía es rimar palabras, armar frases distraídas
sobre unos ojos verdes o el cabello negro
de una mujer desnuda.
La poesía es calva: tiene arrugas. Tiene ojeras. Y además, es ciega.
La poesía no cuenta el sueño estúpido de una noche de calentura.
La poesía no es eso. Ni otra cosa.
La poesía no cuenta los desaparecidos: los desaparece.
La poesía no presenta libros: los escupe
los vomita
sobre la blanca camisa del caballero
sobre el fino vestido de la dama
que se masturba soñando
con un poeta en sus balcones.
Hablan de la poesía porque leen Romeo y Julieta,
¡no hay ni un poco de poesía en esa la muerte absurda de dos amantes
que no se merecen!
No, no es eso la poesía. Ni otra cosa.
La poesía es un animal muerto.
La poesía no es la flor: es la mierda que la abona.

Hablan de poesía pero ni de cerca se asoman al abismo.

Monólogo del Fuego

Me ardo ─dice el fuego─:
ardo y me ardo en mí mismo
como una puerta siempre está cerrada para sí misma.
Danzo ─dice el fuego─
pero ni soy danza ni alegría,
danza que es solo capricho del viento
jugando sin permiso con mi cuerpo.

El fuego todo lo arde
aunque lo arda con cariño.
No soy ─dice el fuego─
el sol lejano que abriga inocente:
soy otro, otro fuego,
el fuego en la tierra cercano y palpable
destructor
y asesino:
cuando abrazo,
aunque abrace por amor,
abrazo con fuego
abraso por fuego.

Soy el fuego que arde y se arde
Soy el fuego que un día, quizás, se apague
Soy el fuego que sueña, cada noche, con el agua;
que despierta ahogado y ardiendo
entre tanta agua que es escasa y no me apaga.

Entonces el agua, que no me apaga,
arde y se arde,
arde y me arde
como si fuera de fuego,
como si fuera más fuego.

Todo lo que amamos se nos muere y se nos pierde

Todo lo que amamos se nos muere y se nos pierde.

Podría amar un árbol
y aún así
al árbol también lo quiebra el rayo.

Cuando sea tarde miraré a los pájaros con nostalgia

Cuando sea tarde miraré a los pájaros con nostalgia
pensando:
"yo he sido uno de ellos,
yo tuve sus alas".

Cuando sea tarde miraré a los árboles con pena
pensando:
"yo tuve verdes las ramas
y era feliz soñando
con llegar al cielo".

Cuando sea tarde miraré el mar con nostalgia,
pasaré las tardes mirando
caer la lluvia por mis ventanas,
despertaré asustado por los sueños
que solían alegrarme el alma.

Cuando sea tarde recordaré ese nombre
al verme en un espejo vacío
un rostro cubierto
por la hojarasca.

Cuando sea tarde pensaré:
tuve todo el tiempo
tuve los sueños
tuve sus alas

hoy tengo nada.

Y ví un millar de poetas cruzando el incontenible rio

Y ví un millar de poetas cruzando el incontenible rio
sin tener siquiera un madero al que aferrarse.
Ví también a muchos de ellos perder sus fuerzas
y dejarse arrastrar, servicialmente, por la corriente;
de esos no he sabido más porque no los he seguido
por quedarme viendo cómo muchos otros resistian,
con todas sus fuerzas algunos, con lo poco que quedaba otros,
dando primero un paso y luego otro con notable sacrificio
y dando muestras de un esfuerzo sobrehumano.
Pero en en sus rostros solo vi que hubiera paz y calma,
la clara señal de la esperanza,
del milagroso desinterés por sus nombres propios.

Juran que cualquier cielo es el cielo

Juran que cualquier cielo es el cielo,
que la utopía es un mero discurso literario,
que noy hay pájaros eternos,
que pasó el tiempo y la moda
de creerse ciertas cosas.

No puedo.

Prefiero besar el nombre de un cielo por encima
de ese otro
que ven los ojos
ordinarios.

Hay que querer encerrarse tan a gusto en una jaula
aunque tenga los barrotes dorados...

Si ya sabemos:
no todo lo que brilla...

Entonces enciendo un televisor
una radio
abro un diario
un libro
y por más que busque no lo encuentro.

Con las lámparas sobre el suelo solo veo más tierra.

Cuando ven esas luces que dicen
hay en el cielo
¿estarán mirando el cielo
o alguien los engaña
vendiéndoles cerillas encedidas en lugar de almas?

Hay piedras, pequeñas, que se confunden con semillas.

Pero no tendrán árboles,
y entonces pienso:
¿en qué sombra descansarán los hombres
del trabajo de ser aves?

Es una de mis tristeza
─quizás la preferida.
Pienso que la poesía se volverá una viuda sin parientes
para cuidarla de sus muertos.

Entonces, pienso, habrá que hacer poemas,
que resistan tanto infierno.

Pasa por mi casa alguna vez

Pasa por mi casa alguna vez
para charlar;
matemos este silencio.
Vuelve a salpicarte alguna tarde
con este jugo
que llevo dentro.

Son los juegos del amor:
tanto silencio.
Son los juegos del amor...
─traeme un recuerdo.

Juntos caminos una vez
por un desierto
los dos sedientos.
No hay culpables porque quién
puede matar
lo que está muerto.

Son los juegos del amor:
tanto desierto.
Son los juegos del amor...
─traeme un recuerdo.

Nada ha cambiado, ya lo ves,
desde ese invierno:
la misma barba, la misma fe
y el mismo vicio
de hacerte un verso.

Son los juegos del amor:
todo este invierno.
Son los juegos del amor...
─traeme un recuerdo.

Pasa por mi casa alguna vez
a charlar
matemos este silencio.