¡Con qué impunidad se abren las venas
los escandalosos habitantes de lo cierto y lo derecho!
¡Con qué impunidad levantan la voz
cuando la partitura indica un tiempo de silencio!
¿También en la capilla serán tan racionales
cuando el cura, desde el púlpito, ofrece la parábola?
¿O será selectivo ese positivo pensamiento?
Dirán ahora que he ofrecido mis escombros al mercado
porque me he desafiado, porque me he atrevido
porque me he desnudado de las ideas
para hacerme amante de un pensamiento libre,
de un pensamiento que no reconoce amos.
Antes denunciaron la tristeza; hoy,
hoy, la maravillosa orgía.
¡Cuánto despecho esta amante que prefiere
masturbarse y marchitarse a adentrarse
en los amores prodigiosos y fecundos!
Dejemos, mejor, al silencio hablar de lo que quiera.