Loca de tristeza se puso una nariz de payaso

Loca de tristeza se puso una nariz de payaso
y sonrió
para una cámara.

Me estaba enseñando a encontrar la alegría
y no lo sabía

a veces no sabe cuánto me enseña
a veces yo mismo no sé
cuánto es capaz de enseñarme

como ella me escucha todo yo hablo
y hablo
y le hablo

con ella puedo hablar de todo
de cualquier cosa
que ella, atenta, me escucha

pero yo no le digo, por orgullo,
cuánto aprendo de ella
cuánto me enseña
cuando es capaz de sacar
de la tristeza
tanta sonrisa.

Con qué impunidad se abren las venas

¡Con qué impunidad se abren las venas
los escandalosos habitantes de lo cierto y lo derecho!
¡Con qué impunidad levantan la voz
cuando la partitura indica un tiempo de silencio!
¿También en la capilla serán tan racionales
cuando el cura, desde el púlpito, ofrece la parábola?
¿O será selectivo ese positivo pensamiento?
Dirán ahora que he ofrecido mis escombros al mercado
porque me he desafiado, porque me he atrevido
porque me he desnudado de las ideas
para hacerme amante de un pensamiento libre,
de un pensamiento que no reconoce amos.
Antes denunciaron la tristeza; hoy,
hoy, la maravillosa orgía.
¡Cuánto despecho esta amante que prefiere
masturbarse y marchitarse a adentrarse
en los amores prodigiosos y fecundos!

Dejemos, mejor, al silencio hablar de lo que quiera.

Qué hacer con tanto pájaro

¿Qué hacer con tanto pájaro? ¿Con tanta jaula?
¿Encerrarlo?

¿Qué culpa tiene él,
pobre libre,
de tanta ala y tanta jaula?

¿Y si se pudiera, de algún modo,
encerrar la jaula
en el pájaro...?

¿No valdría la pena probar algo nuevo?
Una vez, una vez al menos,
¿no valdría la pena intentar lo distinto
y encerrar tanta jaula
dentro
de tanto pájaro?

De tanto en tanto veo tu fantasma

De tanto en tanto veo tu fantasma
caminando tu rutina
otra vez
como si todo fuera igual.

Y aunque sé que nada es igual
yo acepto ese juego
aún sabiendo
que es una trampa
de esta cabecita triste,
sabiendo que ya nada es igual.

Porque es más fácil así.
Porque sería muy difícil de otra manera.

Hablan de la poesía

Hablan de la poesía
como del novio de la hija de la vecina
como del calor, la lluvia o el viento
o de la última novela de Coelho.
Hablan de la poesía como de una canción de Arjona.

La poesía es una religión, una fe , un vacío, una insatisfacción
un Dios que odia.
No es oro.
No hay oro.
La poesía tiene sangre oscura y viscosa. Ni azul
ni roja.
Creen que la poesía es rimar palabras, armar frases distraídas
sobre unos ojos verdes o el cabello negro
de una mujer desnuda.
La poesía es calva: tiene arrugas. Tiene ojeras. Y además, es ciega.
La poesía no cuenta el sueño estúpido de una noche de calentura.
La poesía no es eso. Ni otra cosa.
La poesía no cuenta los desaparecidos: los desaparece.
La poesía no presenta libros: los escupe
los vomita
sobre la blanca camisa del caballero
sobre el fino vestido de la dama
que se masturba soñando
con un poeta en sus balcones.
Hablan de la poesía porque leen Romeo y Julieta,
¡no hay ni un poco de poesía en esa la muerte absurda de dos amantes
que no se merecen!
No, no es eso la poesía. Ni otra cosa.
La poesía es un animal muerto.
La poesía no es la flor: es la mierda que la abona.

Hablan de poesía pero ni de cerca se asoman al abismo.

Monólogo del Fuego

Me ardo ─dice el fuego─:
ardo y me ardo en mí mismo
como una puerta siempre está cerrada para sí misma.
Danzo ─dice el fuego─
pero ni soy danza ni alegría,
danza que es solo capricho del viento
jugando sin permiso con mi cuerpo.

El fuego todo lo arde
aunque lo arda con cariño.
No soy ─dice el fuego─
el sol lejano que abriga inocente:
soy otro, otro fuego,
el fuego en la tierra cercano y palpable
destructor
y asesino:
cuando abrazo,
aunque abrace por amor,
abrazo con fuego
abraso por fuego.

Soy el fuego que arde y se arde
Soy el fuego que un día, quizás, se apague
Soy el fuego que sueña, cada noche, con el agua;
que despierta ahogado y ardiendo
entre tanta agua que es escasa y no me apaga.

Entonces el agua, que no me apaga,
arde y se arde,
arde y me arde
como si fuera de fuego,
como si fuera más fuego.

Todo lo que amamos se nos muere y se nos pierde

Todo lo que amamos se nos muere y se nos pierde.

Podría amar un árbol
y aún así
al árbol también lo quiebra el rayo.