Si he vuelto de la irrisible presencia del maligno,
de su patética costumbre, ya vicio, de sentirse el amo,
si he logrado desprestigiar del modo más vulgar sus temidas jaulas
ha sido, más que nada, por pura suerte.
Si he logrado desenredar los pasillos de Minos en una obscura noche
sin linternas, antorchas o estrellas que me guien
ha sido, más que nada, de pura suerte.
Si he sobrevivido a las innumerables crisis por las que el alma
recorre la estrechez mental del aprendizaje informal
basado en la experiencia errónea ha sido
insisto, de pura suerte.
He sido un ser de luz y un cuerpo de barro sucesivamente
casi sin arrugar el cuello de mi camisa;
he sido dueño de poemas tanto como de venenos
que incluso, a veces, yo me mismo he ingerido
sin saber que eran lo mismo;
he sido un lugar común en un verso vulgar del último poema escrito
por un poeta desaparecido.
He sido, he dicho
he corrido y recorrido
rutas y caminos,
piernas largas
o melenas
habitaciones y escaleras.
Un día fue aprendiz
otros maestro
sin nada que enseñar:
poco he ha aprendido.
Todavía sueño con el verso de la mariposa blanca y, a veces,
con las flores que he perdido
o regalado
o acomodado en el canto de un retrato
en la tumba de mi padre
─esa que jamás he vuelto a visitar─.
Hoy me he preguntado tantas cosas que no hubo tiempo
para las respuestas
¿Hace ─¿cómo saberlo? ─ cuánto tiempo que no duermo?
Tu nombre está escrito en una larga página repleta de otros nombres,
mi nombre...mi nombre lo he olvidado.
No sé si lo has notado, Amor, pero hace tiempo
ya no rimo los versos de mis poemas.