Embellecí una casa con flores;
tenía los ventanales cerrados al sol de la tarde
y de cortinas duras láminas de hierro gris oscuro.
Allí, en ese lugar puse un florero con hermosas flores de colores
de aroma relajante
de perfume que inspiraba bellezas inventadas.
Y ese era el problema: que toda esa belleza era inventada
que el lugar donde habitaba era un lugar sin sol
y aunque pusiera mil flores mi casa no era mi casa.
La tarde que descubrí que las flores morían ahogadas entre tanta muerte
me senté a mirar el techo
horrible, despintado, dejando entrar la lluvia por todas partes.
Y después, bajando la mirada, le repetí a las paredes:
"yo te quería"
cien veces.