Había comenzado ya la primavera
y, sin embargo,
un insistente invierno persistía
negándome el verdor y la frescura.
Una fría semana de fines de Septiembre
como un peso de plumas mojadas,
me tenía acobardado,
refugiado y oculto
en mi propia sombra.
Luché, con lo que tuve,
cuando apareciste.
Quise salvarme en tu cuerpo y en tus ojos.
Quise abrazarte y al abrir mis alas
llegó al fin la primavera.