Varios reencuentros

El 15 de octubre murió Aldo Lunares, poeta y filosofo que a falta de estudios tenia buena vista. Durante años fui su mayor pelea en este mundo. Fui, también, su mayor decepción. Murió a causa de mi incorregible carácter: su tenacidad se derrumbo al fin.
Me recogió en una calle hace años, cuando era un niño apenas. Un niño que lo esta asaltando. Sin la menor queja me dio todo lo que tenia y me dejo ir. Desde ese día no dejo de buscarme. Me vio en los ojos la mirada de un poeta amigo que había muerto hacia algún tiempo. Me lo dijo como si no entendiera mi urgencia por asuntos mas materiales. Las entendía, no le importaban. Yo le huía como si tuviera que hacerlo.
Un día me canse de escaparle. Me quede y lo escuche. Al otro día volvió. Y al siguiente, y todos los que siguieron. Por lastima o por lo que fuera comencé a prestarle atención. Me enseño su arte y su oficio. Me convirtió en poeta y filosofo. Comencé a escribir en cuadernos que el me dejaba en sus visitas. Nunca sabia que hacia con eso hasta que un día comenzó a pagarme por mis escritos. Los vendía, los publicaba. Yo, un ladrón vulgar, tenia lectores y había, me dijo, varios editores interesados en mis escritos.
Pude haber vivido de aquello, peor no deje la calle ni la costumbre de apropiarme de lo ajeno. Siempre me siguió buscando para enseñarme lo que sabia. Todo, no dejaba que lo olvidara, lo que yo le había enseñado cuando era su amigo y maestro.
Espere a que muriera para hacerle caso y comenzar a ser lo que me enseño.
El 15 de octubre murió Aldo Lunares. Pronto se hubiera cumplido el año de su ausencia de no ser porque anoche, cuando vagaba por calles oscuras lo volví a encontrar. Inocente y con algo de timidez me amenazaba con un cuchillo sucio esperando que le diera todo lo que traía. Ahora tengo que irme. Debo buscar ese niño y contarle quien es.