Cuando se entierra a un hombre aun vivo
el sonido de sus manos
rasgando la tierra
es el de una canción
de primaveras y flores,
plena de amores,
de hijos muertos en constante
resurrección.
El grito desorienta a los traidores
porque no es lamento sino el grito de un hombre libre:
quien sueña bajo la tierra
sabe que sobre ella la libertad no existe.
De abajo se ven crecer las flores
cuando son semillas,
se huele el jazmín antes que la gran gente
pueda verlo y recortarlo
para hacerlo crecer
con formas impuestas.
De abajo se ve el cielo todo el día,
porque no hay tierra que cubra
los ojos de los muertos.
No alcanza,
y no alcanzará nunca
una palada de tierra
para escondernos.