me dejó esta nostalgia de noches heladas.
Con dedos de estrellas me acariciaba.
Algún cometa besador se me metió en la boca
una noche negra y me creí la vida
y la poesía y le escribí cien versos
en setenta y siete poemas.
Le planté caricias de luz y aire entre
las piedras de la tierra seca y árida de mi cuerpo.
Una mujer blanca, de nubes grises y azules
que me tendió en su lecho una noche de enero
y me beso el pecho con sus sueños buenos
y tiernos de almohadas de humo blanco.
Duró una luna mi aventura por sus faldas
y en sus piernas me creció una enredadera
que aún hoy germina y no termina.
Mujer: ¡de luna has de estar hecha
para que mis noches sean tan tuyas!