¿Qué sueño? Sueño con poco
¿Qué sueño? Sueño con poco
aunque sueñe mucho.
Sueño, por ejemplo, con tenerte en mis brazos
cada última noche de mi vida.
Y es que no ando por ahí corriendo tras grandes sueños.
Mis sueños son simples, pequeños.
Sueño con quererte como te estoy queriendo,
con tomarte la mano en la calle como el primer día juntos.
Sueño con leer algún libro más, escribir algún otro,
y a veces, con escribir un canción.
No tengo grandes sueños, y ahora
que lo pienso bien, tampoco son tantos
que llenen un poema.
Quizás, si te quedas, puedas ayudarme
y tengamos juntos algún puñado de sueños
para terminar estos versos
porque la verdad, yo, no tengo grandes sueños.
Esa tarde amarilla
Esa tarde amarilla,
anidó un corazón de sangre
bajo un árbol, en la orilla.
Anidó también tu abrazo
y el dulce reposo de tu cabeza
en mi hombro.
Y éramos, así, al sol,
dos palabras sencillas.
Nadie las dijo, porque no eran
las palabras, como la tarde,
amarillas.
Y porque eran, las palabras,
dos palabras sencillas
que no hacía falta decirlas.
Esa tarde amarilla,
anidó mi corazón de sangre
bajo un árbol, en la orilla.
Y dos palabras anidaron
bajo un silencio, en la orilla,
en una tarde amarilla.
¿Y el corazón?
¿Y el corazón? ─preguntas
como si fuera duda que te amara.
¿Y el corazón? ─me repito en el silencio...
¿El corazón?
El corazón, un pez en el océano,
un ave una mañana sin viento
sobre el canto de una rama...
¿El corazón? Tendido en una primavera.
El corazón en vuelo permanente,
un sapo alegre entre tus manos,
un hijo nuevo en tu vientre,
el corazón...
¿El corazón? Un grillo cantor,
un tierno corderito en la pradera
en los ojos de una bella pastorcita.
¿El corazón? Un niño saliendo de la escuela.
Un sonido de delicado tono quebranta el silencio
Un sonido de delicado tono quebranta el silencio
de la noche vacía y sin estrellas.
Es el olvido ─dice una voz;
es la muerte ─dice la otra.
Las golondrinas son la frase más hermosa de una canción
que canto y repito incesante como una lluvia
que no ha dormido en cien noches.
La aurora, ese bicho de amor muerto nos persigue
y nos hostiga, nos roba y nos quita,
nos anima y desanima trazando con sus dedos
un círculo perfecto que es, también, una salida.
Tu orgullo eran dos ciegos que temblaban en el miedo,
los que en sutiles silencios enmudecieron el cielo.
Mientras, en otra tierra, lejana
como el abrazo de la mujer que no nos ama,
una voz recita otro poema y Ella, que ignora que la espero,
lo acepta.
Un sonido de delicado tono quebranta el silencio
de la tarde vacía y sin cielo.
Es la muerte ─dice una voz;
es el desamor ─dice la otra.
¿Ese Ayer estaba acaso en el mismo calendario que este Hoy?
Cuestión de horas hacen al amor
o lo deshacen,
y la misma camisa pura y cándida con que me amaste
se vuelve roja de sangre
y después de una noche negra, llegó más noche.
¿Quién ha despojado al alma de amaneceres?
¿Quién, Amor, dime quién?
Vivir sobre esta tierra curva hace que te vea
desaparecer tras el horizonte
cuando te marchas.
Y yo desprecio tu ida como desprecio el abrazo
que no te dí cuando podía.
¡Mírame! ¡Qué soy el hombre que amabas y
que hoy ignoras!
Un sonido de delicado tono quebranta el silencio
de la tarde vacía y sin cielo.
Es el desamor ─dice una voz,
es la sin razón ─dice la otra.
Hubo una tarde que no llovía
y bajo un árbol anidó mi golondrina,
la misma
que no he dejado de nombrar.
También hubo ─porque había
un corazón hecho de ansiosa espera
y de temblor porfía.
Hubo por haber lo que quería aunque no lo viera
recién hasta perderlo.
Y extrañar no es lo que había.
Un sonido de delicado tono quebranta el silencio
de la mañana vacía y sin cantos.
Es la sin razón ─dice una voz;
es la locura ─dice la otra.
Y es la locura seguir amándote en la ausencia.
Amor...
Amor es cuando el otro entiende que si le das tu corazón, necesitás otro para seguir viviendo, entonces te da el suyo.
Parábola I
Hay en un jardín del lejano Oriente
cientos de hormigas comiéndose las verdes hojas
del rosal de una anciana
que morirá esta misma noche.
Al amanecer la gente humilde del pueblo
descubrirá el cuerpo inerte
y habrá un funeral y una tristeza.
Cuando el ritual termine vendrá la lluvia
y borrará el rastro de los insectos
y reverdecerá el rosal.
Nadie sabrá de esas hormigas
ni del rosal saqueado.
Nadie conocerá el esfuerzo
de estos pequeños insectos
ni sus hambres ni sus prisas.
Quédate. Dejale el río
Quédate. Déjale el río
a los peces que lo nuestro es defendernos
de este abrir temprano de las oficinas
y este saludo a la bandera en los colegios de pago.
Esquivemos el juramento sucio de querernos
que a estas horas y por todos lados
va tocando las bocas de los matrimonios felices
convirtiendo los besos en las sobras de una cena familiar.
La prisa es la costumbre de los que no aman
y en los jardines, ya las hormigas salen por migajas
de hojas pero mi hambre
no se acaba en el café del desayuno
ni mi sed es de agua ni mis ansias de pan.
De ser posible, toda la vida, y un poco más
De ser posible, toda la vida, y un poco más,
de ser posible y si no es mucha molestia,
o tal vez, ¿por qué no? la eternidad.
¡Mire que hermoso suena: "la eternidad"!
¡Cuánta poesía se ha escrito en vano
para decir tan poco y menos aún!
Pero es que bastó mirarla a los ojos
para entenderlo, y aún menos,
tenerla cerca para saberlo.
Pero espero también entienda
lo cursi que esto le suena, dicho así,
a mis oídos sordos de tímido cantor
o a mis fingidas pretensiones de poeta.
Pedir tenerla toda la eternidad suena
a bolero improvisado, a canción de radio,
a un hombre con ganas de tenerla solo un rato.
Pero cuando la vi a los ojos, cuando me vi en su mirada...
la eternidad, Señora, ¡y casi siento que le pido nada!
¡la eternidad es nada, Señora, cuando me siento
y me duermo y me enredo en su mirada!
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