Ella casi siempre calla. Guarda trozos de silencios
como un rompecabezas.
Un ave dentada anhela sus nidos
pero ante ella, todo lo nombra
y dice nada:
enumera las cosas por su nombre
y les quita la esencia
y el cuerpo
y se le secan los dientes vanos
como las hojas muertas de un árbol.
El hermoso cuerpo es de luna y la noche
es de soledades,
de madreselvas de hojas oscuras trepando las terrazas
húmedas.
El agrio espíritu del tabaco alimenta incertidumbre:
la noche es ciega
y muda:
el tercer verso ha muerto en el vientre de una mujer
en paz, dormida.
Los amantes son agua sedienta
como el ala, que es cielo pero es cuerpo y no es aire
o la montaña,
horizonte que no es cielo y es piedra.
Pero esta ventana no tendrá un maravilloso paisaje al otro lado.
Las horas insisten, como el amor
o la necesidad de un cuerpo
preciso.
Ella casi siempre calla. Guarda trozos de silencio
como un rompecabezas
que él no logra armar.