Debe ser difícil no saber doblarse con el viento.
Que la brisa más leve te quiebre.
Que no te alcance la vista para ver el mundo.
Querer tener siempre la razón y no entender
que ahí, justamente en la razón, se te acaba el camino.
Me gusta equivocarme porque así puedo corregirme.
Si te doy la razón te obligo a sentarte sobre ella
y allí donde crees que duerme tu gloria
yace muerto tu espíritu.
Mi mejor defensa será convencerte
de lo perfecto de tus argumentos.
Empecé jugando para reírme y terminé
riendo de tu pequeño mundo.
Corro a esconderme para que tú me busques,
y tú me buscas, pobre hombrecito,
¿no ves que cuando me encuentres se termina el juego?